Tras el horizonte.

-Nada, absolutamente nada. Solo un montón de escombros y rocas erosionadas. Que mundo más aburrido. Dudo mucho que aquí viva nadie. No siento la presencia de humanos, ni tampoco de sincorazones… ¿Por qué será que me
resulta tan familiar? Maldita sea- meditaba el sincorazón de níveos cabellos mientras se habría camino entre las arenas rojizas de aquel inhóspito paraje; dejando tras de sí el irrelevante portal de oscuridad que le había traído hasta allí desde las Islas del Destino.

Antes de comenzar a deambular por aquel paisaje ciertamente desolador, Greiv decidió tomarse unos instantes para reflexionar sobre su estadía en el Reino de la Oscuridad. Y así, mientras contemplaba como el pasadizo a sus espaldas se desvanecía sin dejar rastro, toda una marejada de recuerdos indeseables azotaron su mente como si de un tsunami se tratara.

Su travesía por el Fin del Mundo lo había cambiado, pero ni siquiera él era consciente de hasta que punto. Rodeado por la penumbra, vagó sin rumbo hasta que su mente y su cuerpo se vieron colapsos por la fatiga. Él lo sabía, era su fin. Mas cuando ya había perdido toda esperanza, una luz apareció para brindarle su mano.

-Aquella luz tan cálida y… gentil. Me llamaba- Greiv alzó la vista al cielo entre sollozos mientras evocaba sus recuerdos del valle de la oscuridad -¿Qué fue lo que me dijo, la dama de la llave espada…?-.

Inesperadamente, una brisa de aire seco llenó de arena el rostro del joven hijo de la oscuridad, quien al percibir que se estaba levantando una tormenta, deslizó la correa de sus gafas de aviador hasta que estas se hubieron colocado sobre su rostro. -"Nunca olvides tu promesa." Mm… Ya tendré tiempo de pensar en eso más tarde- recapacitó. Puede que en lo más profundo de su corazón algo hubiese cambiado, pero no por ello iba a dejar de ser el mismo sincorazón frío y racional que todos conocían. Y sin más demora, comenzó a caminar hacia la cueva más cercana para evitar ser alcanzado por un tornado de arena.


Sin embargo, su prudencia no le sirvió de nada en esta ocasión. En menos de un segundo el vórtice alcanzó su posición y un brutal viento huracanado se cirnió sobre su presencia. Aquel torbellino de polvo y niebla se desplazaba de una forma más que inusual. Casi parecía que le estaba siguiendo. ¿Cómo era esto posible? se preguntaba. Entonces fue cuando pudo sentirlo. Un aura perniciosa que entonaba una melodía muy diferente a la que él mismo emitía. Para él estaba claro, no procedía de un sincorazón.

Solo una palabra resonaba en su interior. Afloraba desde sus instintos más básicos para decirle"¡Huye!" Sin embargo ya era demasiado tarde.

-Je, como en los viejos tiempos- dijo el sincorazón de níveos cabellos, ofreciendo una sonrisa que se debatía entre la alegría y lo macabro.Ciertamente aquella situación peliaguda le recordaba a sus interminables pesquisas, descuartizando sincorazones. Con la diferencia de que ahora mismo, el color de los orbes que le rodeaban reflejaba un carmesí que nada tenía que ver con el acostumbrado brillo ambarino de sus hermanos purasangre.

-*Parece que me equivocaba. Puede que al final si haya algo en este mundo que merezca la pena*-

Renvax salió del portal de oscuridad a paso lento y pensativa de brazos cruzados,había abierto aquél portal aleatoriamente pero había acabado en un mundo desértico y lleno de rocas.Miró al suelo,observando la arena la cual le recordaba a ella,donde se conocieron,en mitad de un desierto donde la salvó de la muerte por deshidratación.

Después de dejar caer los brazos y pasear un poco más hacia delante mientras se cerraba el portal notó la presencia de alguien,un hombre de cabellos níveos en medio de un ligar tan solitario,por un momento llegó a creer que era la única capaz de ser tan solitaria pero hay que estar muy solo para visitar aquél lugar,así que era normal. Sombras azuladas comenzaron a aparecer por el suelo emitiendo sonidos agudos,casi como chirridos,jamás había visto eso pero notaba que era algo diferente a un sincorazón. Lo último que le faltaba eran más enemigos,a ella le sobraban.

Renvax hizo aparecer la cadena de su mano derecha dejándola caer en el suelo en seco mientras miraba la arena con mirada melancólica. Comenzó a andar hacía el hombre peliblanco mientras dejaba arrastrar la cadena hasta pararse al lado suya.

-No deberías de estar aquí,solo estorbas.- escupió palabras de desprecio, había ido para despejar su mente,pensar....pensar en ella,retorcerse de dolor en su propio interior vacío, sola. Y el solo era un bache que le dificultaba autocastigarse.

El eco del viento provocado por el torbellino de oscuridad eclipsó la voz de la incorpórea al igual que el sonido de sus cadenas, que nunca llegaron a oídos de Greiv. Es más, su presencia no fue percibida hasta que se hubo parado a su lado, con un paso firme y estable. Algo difícil de creer teniendo en cuenta la fuerza del tifón que estaba a punto de atraparlos a ambos.




Segundos después, una nube de oscuridad envolvió los cuerpos de aquellas dos almas en pena y, como si de un telón de fondo se tratase, de sus profundidades comenzaron brotar pequeñas criaturas azuladas, muy similares a las tan repetitivas sombras con las que Greiv había lidiado. Pero aquellas entidades amorfas no eran vulgares sombras convencionales. Ni siquiera podrían ser catalogados como "sincorazones", pues en realidad se trataba de Aluviones; la encarnación misma de la irascibilidad. Un nesciente de movimientos erráticos bastante molesto, gracias a su capacidad para deslizarse por el suelo. Cierto es que en su día nunca llegó a representar ninguna amenaza. Sin embargo, para dos individuos como los allí presentes, quienes nunca se habían topado antes con un adversario similar, la situación podía dar un vuelco inesperado.


Como de costumbre, el sincorazón de níveos cabellos focalizó la atención en sus múltiples objetivos para analizarlos y extraer toda la información posible; empezando por su aspecto: -por un lado tenemos a esas cosas azules: antenas, garras afiladas… Si no fuese por sus ojos juraría que son purasangres. He contado diez. Diez enemigos, además de la humana que tengo detrás- por supuesto, Greiv no había tenido tiempo de verificar la naturaleza de Renvax. -*Empuña una cadena. ¿Será que me han tendido una emboscada?*-. En aquel entonces solo pensaba en la manera más rápida y efectiva de derrotar a los aluviones.




Por otra parte, trató de analizar el terreno -*ya no vislumbro el desierto. Este manto de oscuridad es impenetrable La única luz existente es la que se cuela de forma natural desde el ojo del remolino pero… Ts. Es imposible llegar hasta allá*- y en ese preciso momento dos nuevos aluviones que Greiv no había tenido en cuenta aparecieron desde su espalda para asaltarlo a traición, aprovechando la falta de visibilidad de su enemigo.

-Apenas medio metro. Ts… Mierda. no tengo tiempo-.

Una nube de oscuridad comenzó a tragarse el terreno al tiempo en que los bichos azulados de naturaleza negativa aparecían aprovechando la poca visibilidad. Los mismos bichos comenzaron a rodear al desconocido peliblanco que al parecer no se movía ¿tal vez pánico?¿No saber que hacer?.

Renvax pensó en Alice de nuevo,ella misma se hubiera tirado en medio del terreno rodeado por los enemigos a defenderle,era un incorpóreo de naturaleza lumínica,algo poco común. Tal vez debería de hacer lo que ella hubiera hecho,era casi una forma de sentir que casi seguía viva y orgullosa de la incorpórea de ojos ambarinos.

Renvax decidió actuar,alzó una el brazo derecho y envió una de sus cadenas hacia el bicho más cercano,el que cogiese por delante ya que casi no podía ver bien por la neblina y al golpear al enemigo cayó en seco al suelo junto a la cadena,seguidamente la cadena volvió donde su dueña. Renvax intentó pensar una manera de salir de aquel torbellino,la luz se colaba justo por el centro y salida del mismo,le tocaría usar la gravedad,una gran ventaja pero antes tenía que luchar contra aquellos extraños enemigos,la curiosidad le podía, necesitaba saber que eran.

-Si no te mueves te van a machacar- advirtió Renvax,podía ayudarle como hubiera hecho Alice pero no tenía paciencia ni era precisamente amable.