El juicio de la traidora [Privado]

El portal de oscuridad que apareció en uno de los numerosos balcones del Big Ben de Londres hubiera sido completamente invisible al compartir los colores de la oscura noche que se cernía sobre la ciudad de no ser porque la luna llena iluminaba cual sol la colosal torre, sin ninguna nube en el horizonte que amenazara con privar el monumento y los barrios de casas construídas a sus pies de la blanquecina y fantasmagórica luz. De aquel cúmulo de tinieblas una figura emergió, un sujeto que por su negra vestimenta también hubiera sido invisible aquella tenebrosa madrugada; no obstante, existía la posibilidad de que su brillante y bien cuidado cabello azul cual cielo despejado le hubiera delatado por inexistente que la luminosidad del ambiente resultara. Dio unos pasos sobre la antigua torre, con lentitud, casi deleitándose por el sonido de sus botas al chocar la suela de sus botas contra la piedra o ladrillo.

-Ha llegado la hora de cumplir con la misión -susurró con malicia, y una igualmente malévola media sonrisa se formó en su rostro, que estaba solamente iluminado en una mitad; la cara del incorpóreo se convirtió, debido a todos aquellos factores, en una horrible mueca propia de un asesino a punto de cometer un crimen que saciara su enorme sed de sangre-. Es el momento de juzgar a la traidora -sentenció, con una corta risa aguda, y una fina espada negra, más parecida a un estoque, apareció en su diestra en un fulgor de pura luz que contrastaba con su oscuro rostro hambriento de batalla.

La joven incorpórea que iba a aparecer por aquel oscuro portal no sabía el destino que le esperaba, pero tampoco iba a empalarla nada más saliera de éste. No... Si lo hiciera así, no sería divertido. Tenía ganas de luchar, de derramar sangre sobre la ciudad de Londres. Era ella, Renvax, la que había creado el pasillo oscuro. Sin embargo, con el apoyo del resto de la Organización moviendo los hilos no había sido difícil manipular el camino que ésta y él mismo seguirían, e incluso el orden al salir. La expresión de Gilleux se intercambió por una más serena y calmada, que no delatara sus intenciones en un primer momento, e incluso dejó que un ligero rastro de falsa incertidumbre se reflejara en su incorpórea cara, debido a la "inesperada" desviación de su destino inicial que los miembros número XXI y XXIV habían sufrido.

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Tal y como había predicho, Renvax no tardó en seguirle a través de aquel portal de oscuridad manipulado, desapareciendo éste justo tras la llegada de la mujer. Ésta, extrañada por el repentino cambio de rumbo que había tomado su pasillo oscuro, se detuvo junto al balcón para observar mejor el paisaje de la gran ciudad londinense. Gilleux sintió la tentación de empujarla al vacío, tal vez porque había visto una manera fácil y rápida de acabar con aquella misión y que a la vez fuera traumante para la incorpóreo, viéndose cayendo al vacío, sin ninguna posibilidad de detenerse para no acabar aplastada contra el asfalto; podría incluso ver la desesperación en sus ojos si aguzaba la mirada. Sin embargo, desechó aquella opción al recordar que manejaba la gravedad. Además, sería aburrido.

Renvax pareció aceptar finalmente la localización en la que se encontraban, suponía Gilleux porque en prácticamente todos los mundos había alguno de esos informes que con tanta pasión rastreaba. Le sonrió con inquietante amabilidad cuando Renvax le formuló aquella pregunta, y una vez más la luz de la luna iluminando sólo parte de su rostro hizo que la expresión se enmarcara y formara una fantasmagórica mueca, inquietante para cualquiera que pudiera sentir miedo o extrañeza. Achinó seguidamente los ojos y entreabrió la boca para mostrar una fila de blancos dientes, finalmente revelando la cara de psicópata sediento de sangre que hasta el momento había contenido para no inquietar a la muchacha. Lentamente, con parsimonia y elegancia, fue irguiendo el brazo cuya extremidad sujetaba su negra espada hasta dejarlo extendido en horizontal, en dirección a Renvax. Se notaba que al peliazul le gustaba dramatizar las cosas

-Empecemos a buscar entre tus tripas -abrió sus ojos al máximo, en aquel momento blancos en inexpresivos como el hielo, y se carcajeó con una risa digna del más loco de los maníacos. Al terminar, volvió a mirarla con una media sonrisa maquiavélica, con los dientes brillando a la luz de la luna como si de joyas se tratasen-. ¿De verdad creías que te íbamos a dejar ir así como así? ¿Que ibas a irte de rositas de la Organización XIII, cuando sabes de una gran cantidad de nuestros secretos? ¿Cuando eres una miembro en pleno derecho de tamaño importante empresa? No vamos a arriesgarnos. No somos una compañía de abuelitas de la caridad; no hay finiquito, ni despido, ni paro. Sólo está la muerte cuando sales por los portones de la Fortaleza de la Nada sin intención de volver -Pausó largamente. Se preguntaba cuando tiempo quedaría para medianoche; seguramente no mucho-. No puedo creer que hayas sido tan ingenua de confiar en uno de nosotros tras tu deserción... Podría haberte cortado la cabeza en cualquier momento, pero tu curso de acción me inspiraba curiosidad. Ahora al menos sé que puedo arrebatarte esos informes de tu cadáver -rió de nuevo, aunque esta vez fue más corta y menos paranóica; simplemente le hacía gracia la situación-. No quiero hacer esto, Leksi no lo aprobaría porque combatimos juntos... Sin embargo, no seré tan estúpido como para desobedecer las órdenes de una organización con más de cuarenta miembros dispuestos a asesinar al primero que se pase por delante. No seré tan descerabrado con tú, Renvie.

De pronto, su dura expresión se desvaneció y cambió a un rostro de facciones mucho más suaves y amables. Sonrió con ternura y amabilidad. Sus labios pronunciaron las palabras "Lo siento", aunque éstas no salieron en forma de sonido.

Y entonces atacó. Con un veloz asentimiento de cabeza, una roca se formó de la nada frente a los ojos del chico, y salió disparada contra el mismo rostro de la chica. Con un Estrella Fugaz, Gilleux también se abalanzó en dirección a la de ojos ambarinos, y cortó por la mitad el meteoro antes de que éste siquiera pudiera alcanzar a la incorpóreo. Una rápida estocada fue dirigida a la cadera de ella, mientras que ambos trozos de meteoros que habían quedado suspendidos en el aire tras ser fragmentados por Soulsthief volvieron al ataque, esta vez en forma de arco para no chocar contra Gilleux y con la intención de impactar durante en los lados derecho e izquierdo del rostro de Renvax. Mientras tanto, a los pies de la castaña se estaría formando una curiosa reacción desagradable para ella: el empedrado de la torre a su alrededor se estaba resquebrajando y fragmentando, dividiéndose en piedrecitas del tamaño de gravilla que atacarían pies y piernas de la nº XXIV para dañarle y dificultarle así futuros movimientos. Las explosiones que formaran al impactar en sus extremidades no pasarían de ser de la intensidad de petardetes o bombitas de las que venden en cualquier tienda de artículos de broma. No obstante, serían lo suficientemente pequeños y molestos como para provocarle un gasto pequeño de energía a Gilleux y al mismo tiempo desgastar en la misma medida a Renvax: sería un daño menor, pero que a la larga podría resultar fatal para la incorpóreo.

Gilleux ignoró por completo que la incorpóreo no mostrara ningún tipo de emoción por fuera, la había conocido el tiempo suficiente como para saber que en su interior estaba se encontraba sorprendida y confusa por su repentina traición, y aquello le bastaba para regocijarse en la batalla que se avecinaba. Su estrategia pareció funcionar en parte: aunque los semicírculos pétreos en los que se había convertido su meteorito original no habían dado en el blanco debido a un escudo formado por las cadenas de la incorpóreo, la estocada había dado en el blanco. Esbozó una fugaz sonrisa de satisfacción al contemplar como brotaba una pequeña cantidad de sangre del lugar en el que le había clavado la espada, mas recobró la neutralidad que acostumbraba a conservar mientras batallaba, y dejó de ejercer control sobre la grava que torturaba las piernas de la mujer. Lo que le habían provocado hasta el momento sumado a la hemorragia que le acababa de producir en el costado serían suficientes para dificultarle el desplazamiento, al menos por el momento.

Su expresión neutra, parecida a la de Renvax, se vio truncada cuando ésta contraatacó con sus cadenas. La corta distancia a la que se encontraban el uno del otro impidió a Gilleux defenderse del golpe contundente que le producirían las prolongaciones metálicas, mas trató de esquivarlas con un gracioso movimiento propio más de un bailarín que de un guerrero. El golpe no le dio de lleno, pero le acertó en el pectoral izquierdo. Adoptó una expresión de dolor durante un segundo. "Esto me dejará un feo moratón", se dijo a sí mismo mentalmente.

Pronto recobró la compostura y frialdad, e ideó una rápida estrategia para la cercanía en la que se encontraban. Aprovechando que la cadena de Renvax estaba todavía junto a él debido a su ofensiva anterior, un rápido movimiento bastó para enrollar el arma de la de ojos dorados en su propia espada. Dio entonces un rápido giro, y en el momento en que éste culminara, quedando de espaldas a Renvax, tendría el brazo izquierdo extendido con la palma en dirección al escudo formado por la segunda cadena de la chica. La palma se encontraría también en dirección a ella, y un meteoro algo más grande que una cabeza humana impactaría de pleno contra el escudo. Gilleux había supuesto que estando formado por algo tan voluble como cadenas, dando un golpe desde una distancia tan cercana y a máxima potencia en el centro de éstas arremolinadas formando un improvisado escudo provocaría una descompostura que desharía el escudo durante unos segundos.

Si eso llegara a pasar, Gilleux sujetaría con la mano con la que había disparado el meteoro, la zurda, un fajo de las cadenas que hasta el momento habían formado una barrera y, aprovechando que Renvax estaría algo desconcertada por el fallo de su defensa, cogería impulso en la roca endurecida a sus pies y, cual llave de artes marciales, con una cadena de Renvax enrollada en su espada y la otra sujeta por su otra mano, lanzaría a la incorpóreo usando sus propias armas (las cadenas) como soporte contra una columna previamente seleccionada de la balconada en el que se encontraban, en la que había imbuido de su poder meteórico y que estallaría en el momento en que el cuerpo de la número XXIV impactara contra ella. Eso, obviamente, no la mataría, ya que no se trataba de una bomba nuclear ni mucho menos. Sin embargo, si que le provocaría severas quemaduras y un daño extra por colisión si la explosión la lanzaba contra la pared de la torre.

Tras aquello, Gilleux resopló, apartándose con el aire expelido el flequillo de los ojos para que no le dificultaran la visión, y se puso en guardia con expresión indescifrable, preparado para el posible contraataque de la muchacha.

Gilleux apretó los dientes hasta hacerlos chirriar, ligeramente disgustado por el fallo de su pequeña estrategia. Sin embargo, rápidamente su desagrado se transformó en una maquiavélica sonrisa; aquello estaba siendo más divertido de lo que pensaba. ¿Qué gracia habría tenido la cosa si hubiera acabado con ella de una forma tan simple? Sin embargo, la joven incorpóreo no había estropeado tanto como ella quería las intenciones del peliazul. Ella misma había causado que el meteoro usado para inutilizar su escudo estallara, y esta misma explosión formaría una humareda que afectaría a la mujer al haberse formado tan cerca de su rostro. Aprovechando que estaría desconcertada por aquel contratiempo, Gilleux trataría de realizar parte de su estrategia una vez más.

Su arma desapareció de sus manos como si nunca hubiera existido e instantáneamente agarró con sus manos desnudas ambas cadenas de la incorpóreo, de manera que ésta no pudiera verlo por el humo. Entonces, haciendo alarde de una gran fuerza, cogería algo de impulso pisando fuerte sobre el monumento, agrietando la parte inmediata bajo las suelas de sus botas, y lanzaría a Renvax usando sus propias cadenas como herramienta, como palanca; esta vez, sin embargo, el objetivo no era que la castaña chocara contra la columna, se había dado cuenta de que podría evitarlo con facilidad. En esta ocasión, la lanzó contra la cercana pared, que se encontraba a apenas medio metro. Esperaba que, a aquella distacia, no le diera tiempo a usar sus poderes para detener el impacto.

En el momento en que la chica rozara la pared, seis réplicas de la espada de Gilleux aparecerían de la pura piedra, como si se trataran de prolongaciones, y atravesarian la ropa de la joven para dejarla atrapada, sin escapatoria. Se encontraría pegada a la pared, y no podría hacer uso de sus poderes gravitatorios para escapar ya que las espadas de meteoro jamás abandonaron la pared: surgieron de ella como tentáculos y no llegaron a salir del todo. Por lo tanto, si la incorpóreo deseara separarlos, tendría que manipular toda la torre del reloj, peso que no se encontraba dentro de sus límites.

Mientras todo aquello ocurría (es decir, mientras quedas atrapada, no es algo que ocurra después y, por tanto, un tiempo que puedas usar para escapar), la columna a la que había tenido pensado lanzar a Renvax en un principio se había separado de la balconada, quedando suspendida en el aire en posición horizontal hacia la chica, que ahora se encontraría atrapada en la pared.

-Nadie me ordenó matar a esa humana. Jamás agredí a mis propios compañeros de organización. Nunca desobedecí una orden directa. En la vida me uní a un grupo conspiratorio para hacerse con el poder de la organización -enumeró con frialdad, aunque una sonrisa sarcástica enmarcaba su rostro. Se encogió de hombros-. Y tampoco es que quiera que se deshagan de mí como ya han hecho con Xujak, como han decidido hacer contigo -dijo, al mismo tiempo que la última espada atravesaba la indumentaria de la joven y la columna era lanzada en su dirección. En el momento que ésta rozara cualquier cosa, estallaría en una explosión de grado medio-alto. La suficiente para tirar abajo una vivienda estándar.

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Gilleux se encontraba un tanto distraído como para darse cuenta de que la columna que había lanzado en dirección a Renvax se había ralentizado, dando por hecho que la incorpóreo ya estaría acabada. Solamente cuando se extrañó de que nada hubiera hecho "boom" todavía, alzó la cabeza para mirar en dirección a la mujer... y se encontró directamente con su propio proyectil dirigiéndose hacia él. No tuvo tiempo de redirigirla, solamente de eliminar sus propiedades explosivas, antes de que uno de los extremos le diera de lleno en la cara cual bofetada. Rápidamente, lanzó el objeto al vacío usando el control que todavía ejercía sobre el material del que estaba hecho, mas el daño ya estaba hecho. Se relamió el labio superior y, al notar un sabor metálico, pasó el dedo por encima.

-Sangre... No está mal, nº XXIV. Desconocía que pudieras levantar tal peso -dijo simplemente, limpiando el líquido rojizo que se había derramado al romperse una de las vasos sanguíneos de sus fosas nasales. En su rostro no se detectaba ninguna otra emoción que no se tratara de indiferencia-. Pero sigue sin ser suficiente.

Al tiempo que pronunciaba aquellas últimas palabras, las espadas que aprisionaban a Renvax se prolongarían para rodear el cuerpo de la incorpóreo, formando arcos, hasta atravesar la pared al otro extremo de su cuerpo. El filo entonces se agrandaría, volviéndose grueso cual cinturón de campeón de lucha libre, y tomarían una luz entre roja y naranja, casi parpadeante, que indicaba que en el momento en que se rozaran aquellas espadas, explotarían. Para evitar que aquello ocurriera enseguida, ninguna de ellas presionaba ninguna parte del cuerpo del a incorpóreo. Sin embargo, el peliazul estaba seguro de que se encontraría hipotéticamente inmovilizada ante la propiedad que le había inculcado a su curiosa camisa de fuerza.

Una vez su enemiga se encontrara "aprisionada" en aquella curiosa celda de cinturones pétreos explosivos, Gilleux flexionó el brazo derecho hasta dejar la mano a la altura de su cara, mas con la palma apuntando al cielo. Una pequeña esfera, aparentemente de roca, apareció flotando a unos pocos centímetros por encima de la misma. No era mucho más grande que una canica. De pronto, una capa extra se formó alrededor de la pequeña pelota pétrea, alterando su aspecto exterior ligeramente, aunque no parecía que se tratara de un material distinto. Otra capa recubrió a la anterior, y otra, y otra... Así continuamente. Y cada vez que aquello ocurría, en intervalos de menos de un segundo, Gilleux murmuraba algo. Cuando la pequeña esfera del principio comenzaba a tomar el tamaño de una pelota de fútbol, el incorpóreo de azulada cabellera comenzó a hablar más alto.

-Tres toneladas... Tres toneladas cien mil kilogramos... Tres toneladas trescientos kilogramos... -y entonces su rostro se transformó en una macabra máscara repleta de malicia. Una funesta sonrisa se formó en el rostro del incorpóreo de facciones juveniles. Apenas habían pasado treinta segundos desde que aquella bola se mostraba en el tamaño de una pequeña canica-. Cinco toneladas -musitó de pronto, aunque la última capa no parecía ser demasiado diferente a las demás, excepto por el típico brillo anaranjado que presentaban todos los meteoros, u objetos formados por los mismos materiales que los meteoros, que tenían la capacidad de explotar. Parecían prenderse en llamas, mas no era el caso-. Si puedes con esto, me sorprenderías gratamente, nº XXIV -dijo desdeñosamente, y lanzó la esfera contra el cuerpo supuestamente inmóvil de la incorpóreo.

Tanto aquella pequeña pero pesada esfera como los "cinturones" que debían mantener aprisionada a Renvax estallarían al hacer contacto unos con otros, formando una fuerte explosión que abriría un gran boquete en la estructura del Big Ben. Gilleux lo sentía por el relojero, o el arquitecto, o el constructor, o quién fuese que tuviera que arreglar eso. Bueno, realmente no lo sentía. A pesar de su inconmensurable fuerza, el peliazul no esperaba que aquello matara o siquiera dejara inconsciente a la Señora de la Gravedad, mas sí le produciría daños notables y quemaduras que le dificultarían continuar la batalla... Si se encontraba en condiciones para seguir. Los incorpóreos, sincorazón y ciertos humanos guerreros habían sido entrenados para soportar técnicas de aquel calibre, ya que el hechizo Piro era bastante usado. Y aunque aquello fuera mucho más poderoso que un simple Piro, hizo aparecer su arma, la verdadera, en su mano derecha, preparado para un posible contraataque sorpresa usando la humareda como ventaja.

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Estaba tranquilo, oculto tras la humareda y blandiendo mi espada. Sabía que Renvax no había podido salir de aquel entuerto fácilmente. Y el sonido de las explosiones daban la razón a su suposición: que estaba acabada. Suspiró. Le hubiera gustado que durara un poco más.

Así como daba media vuelta para marcharse de aquel maltrecho lugar, notó movimiento.

-¿Qué...?

Su propio ataque, combinado con varios fragmentos de la torre destruida, habían sido lanzados contra él. ¿Cuándo había desarrollado tanto poder...? No tenía tiempo para convertir la piedra a su elemento, así que trató de evitar los golpes como pudo. Consiguió disminuir la densidad de su meteoro de varias toneladas... pero no lo pudo evitar. Al menos no fue un golpe mortal. Según escupía algo de sangre, fue lanzado al vacío de forma patética. Desapareció por completo.

... O al menos eso esperaba que pensara Renvax. Con la espada clavada en la aguja a punto de sonar las doce en punto, abrió la boca con los ojos inyectados en sangre. La espalda le dolía a horrores, y su cerebro no dejaba de imaginarse un boquete sangriento en su parte trasera.

-Me has cabreado...

La mano libre tocó la torre, y la estructura entera comenzó a brillar con un resplandor rojizo.

-A medianoche, si es necesario, me iré al olvido... Pero te llevaré a ti y a esta ciudad conmigo...

La incorpórea se apoyó en la pared del Big Ben, exhausta. Tenia el cuerpo repleto de quemaduras graves y el traje desgarrado debido a la explosión.Renvax posó su mano en la cadera,el dolor de la herida le recordaba la estocada del peliazul de la cual seguía brotando algo de sangre.Notaba que su cuerpo entero ardía y escocía. Por un momento se vio salvada, no tendría que sobrepasar los limites de su vacío cuerpo pero entonces un brillo rojizo recubrió la torre:
-Ahora viene los bueno-musitó la incorpórea mientras respiraba agitadamente,obviamente,era sarcasmo.
Estaba llegando a sus límite,tendría que dejar de lado la ofensiva y huir o moriría ahí mismo. No sabia lo que esperar de los meteoros del incorpóreo.
Renvax recuperó la compostura y tomó aire para un último esfuerzo. La incorpórea de ojos ambarinos comenzó a correr y saltó al vacío utilizando su influencia sobre la gravedad para no caer y,a la vez, hizo que sus cadenas tomaran forma de cúpula, rodeándola y formando una barrera de acero para no salir más herida de lo que estaba de cualquier otro golpe de un meteoro o pedrusco explosivo.Realmente ese incorpóreo era molesto,le hizo creer que seguía sintiendo de verdad como los humanos y la cameló por completo pero estaba claro que Renvax olvidó la facilidad de fingir emociones de los incorpóreos.Pero ya estaba hecho,solo quedaba esperar quien de los dos saldría vivo de aquella lucha aunque poco importaba,seguramente la organización enviaría a alguien más.

Spoiler:

Al ver a su enemiga saltar al vacío, el malherido Gilleux frunció el ceño. ¿Pensaba escapar? No podía permitirlo, no cuando el combate había llegado a aquella altura. Se apoyó con las piernas en el cristal de la torre del reloj y se impulsó hacia donde la incorpórea había saltado, adentrándose en su barrera de cadenas antes de que se formaran. Y entonces se dio cuenta. Ahora estaba en desventaja, en el terreno de Renvax. Blandió la espada, pero ya no tenía mucho sentido.

-Vendrías conmigo... ¿adónde hiciera falta? ¿Incluso al infierno? -sonrió Gilleux con un deje de locura, sus ojos escrutadores muy abiertos.

Levantó la mano, y un ardiente meteoro comenzó a formarse en el estrecho espacio, expandiéndose y calentando la piel y carne de ambos seres.

-Una trampa mortal para los dos, ¿eh? Emocionante. Me gusta la idea.

No le iba a dar tiempo a deshacer la barrera. Dejó caer el meteoro; sólo con hacer contacto, explotaría y se llevaría a ambos por delante, sobretodo en aquella pequeña esfera. Iba a ocurrir, no había duda.
Y entonces sonaron las doce de la noche.

El meteoro desapareció, y Gilleux se dejó caer, quedando en suspensión en aquella gravedad prácticamente inexistente. Suspiró, agotado, pero fue capaz de volver a erguirse y dedicarle a Renvax una sonrisa cansada.

-El juicio ha acabado -afirmó-, y el resultado es... justo el que pensaba. Eres más que capaz de derrocar a la organización. Felicidades. -Pausó durante un rato largo-. Te pediría que te unieses a mi en una especie de Resistencia, pero después de lo que he hecho... Puedes hacer conmigo lo que quieras, siempre que me prometas que acabarás con todos esos pedantes.

Dejó caer el arma y se colocó las manos a la espalda, esperando el turno de la chica de juzgar y, si lo deseaba, sentenciarlo a la pena que deseara. Estaba contento. Al menos moriría sabiendo que había encontrado a alguien que realmente podía liderar una rebelión contra el mando de la Organización XIII.

Renvax abrió los ojos como platos y frunció el ceño.No se lo esperaba eso para nada y menos de alguien que había intentado asesinarla con pedruscos explosivos.No sabía como actuar contra eso, por una parte tenía ganas de enrollar sus cadenas alrededor de su cuello y apretar hasta esperar si moría por falta de oxígeno o por romperle el cuello entero y por otra seguía siendo su compañero al fin y al cabo; aquél que la ayudó junto a Leks. Sin embargo dejó sus pensamiento dubitativos cuando se acordó de quién empezó aceptando revelarse ante la organización.Ella misma.Odiaba las ordenes y no estaría mal destruir a los que intentaron usarla como a un trapo y dar ordenes ella por primera vez.
-No me esperaba esto de ti,número XXI- musitó Renvax tapándose la cara con las manos mientras sonreía.-Tú que venías juzgando a la traidora...-
Pausó unos segundo mientras bajaba lentamente la mano de su cara y mantenía la cúpula de cadenas en el aire por si el peliazul incorpóreo hacía alguna estupidez y dejarlo caer en el vacío.
-Entonces...¿propones crear una resistencia contra Xemnas?Bueno,no puedo negarme,fui yo la que aceptó la idea de revelarme contra la organización ante Xujak.-Pausó un momento y preguntó.-¿Qué idea tienes para mi?Sorprendeme- Renvax esperó a que Gilleux le mostrase sus ideas,una resistencia no sonaba mal y siempre podría disfrutar de arrebatarle a Xemnas su más preciado rango y organización.

Gilleux respiró al fin. Había tratado de actuar con tranquilidad y frialdad ante la posibilidad de que Renvax realmente acabara con su vida, pero en realidad había estado tan aterrorizado como un incorpóreo puede llegar a estarlo de que le estrangulara con las cadenas hasta arrancarle la cabeza.

-Supongo que les hemos salido defectuosos los dos... Qué bien que al final podamos colaborar en lugar de matarnos el uno al otro -también bromeó-. La verdad es que hacía mucho que tenía ganas de enfrentarme a ti... Y me has probado de sobra tu valía como compañera. La próxima vez -cogió su estoque con firmeza-... no habrá límite de tiempo.

Sonrió e hizo desaparecer su arma. Luego dirigió la palma de su mano en dirección de Renvax y un portal oscuro se creó entre ambos, dificultando que se vieran el uno al otro en el estrecho espacio.

-En lugar de contártelo, déjame que te muestre por qué deberías formar la Resistencia conmigo. Te ofrezco la verdad... pero la verdad conlleva sufrimiento. Si te sientes preparada... Es hora de reencontrarse con una vieja amiga.

Y se desvaneció en el portal, tendiéndole con sus palabras una mano imaginaria a Renvax.

Renvax volvió a fruncir el ceño,no solo Gilleux le estaba pidiendo crear una resistencia sino que le mostraría una razón simple para unirse a ella.La incorpórea de ojos ambarinos siguió al peliazul tras abrir un portal de oscuridad mientras ella desvanecía sus cadenas y el control de la gravedad al entrar. Finalmente entró en el portal de oscuridad el cual la llevaría al infierno que no se esperaba.