[Mini-Trama] De bruja en bruja y tiro porque soy una bruja

El restaurante estaba tranquilo, con el murmullo de los comensales y unos débiles violines llenando la estancia. Pero sin previo aviso, la puerta que daba a la calle se abrió de par en par con gran escándalo.

Una mujer, con toda la pinta de estar borracha, entró gritando:

—¡Abrid paso! Aquí llega la gran Lady Carmen. ¡Soy famosa! ¡Yo salía en Desembraga a Fondo 2! ¡A mí Rathalos me chupó un pezón!

Sin hacer caso alguno a los pobres camareros, se sentó en una mesa aparentemente libre. Y decimos aparentemente porque, segundos antes de que Carmen gritara lo de el pezón, había gente sentada en ella, pero habían decidido correr despavoridos del lugar.

—¡Camarero!

—¿Sí, señorita? -contestó él con miedo.


—Póngame una de mero.


—¿Una de mero?


Y empezó a cantar:


—¡Una de mero, dos de febrero, tres de marzo, cuatro de abril, cinco de mayo, seis de junio, siete de julio San Fermín!

Había vuelto a Ciudad de Paso, huyendo de Alice y Renvax, para comprobar que Leksi no se encontrara en aquel lugar. Realmente no lo esperaba, era muy improbable. Sin embargo, no perdía nada por probar, y no tenía nada mejor que hacer que ayudar en la aburridísima misión de las incorpóreas vigilantes de la montaña. Sin embargo, cuando estaba a punto de entrar, un gran número de personas salieron corriendo uno tras otro en una estampida que hizo que Gilleux parara en seco. ¿Qué había allá dentro que diera tanto miedo?
Cuando el último comensal de aspecto aterrorizado salió del restaurante, Gilleux hizo aparecer su espada en la diestra, preparado para encontrarse con alún sincorazón terrorífico en aquel lugar.

Entró dando una patada en la puerta, observando el local con cautela blandiendo su arma. Sin embargo... allí solo había camarero asustados y una mujer borracha cantando una canción sin sentido.
Se acercó a ella, bajando la guardia, mirando de reojo a los camareros, que se apartaban a su paso con rostro aterrorizado. Suspiró, extrañado. ¿Ellos también estaban asustados? ¿De qué? Bueno, sí, ahora de él porque blandía un arma, pero ¿de qué se había asustado todos aquellos clientes. Los camareros no parecía que fueran a colaborar, así que Gilleux se acercó a la bella mujer y le preguntó:

-¿Qué ha ocurrido? Acabo de ver a un montón de gente salir corriendo sin motivo aparente... -musitó, señalando la puerta vagamente con su espada, lo cual hizo que el camarero más cercano se apartara con un grito aunque ni siquiera le rozó-... ¿Perdón...? Quejicas... -susurró muy bajito para que no le oyeran.

—Ooooh —dijo la mujer como si acabara de encontrarse con su amigo Pepe de toda la vida—, pero mira que chico más mono. Y conmigo, la pedófila, hacemos una pareja diviiiiiiiina de la muerte.

Lo que decía no tenía sentido, realmente. Aunque era de esperar, teniendo en cuenta que se había tomado dos botellas de whisky. Y ni siquiera era del bueno.

—Siéntate, pequeño desconocido peliazul —con un chasquéo de dedos mal hecho, usó su magia para acercar una silla—. Dime, ¿también vienes al Torneo? Todo el mundo parece querer participar. ¡Ja! No me llegan ni a la hormona de mis tacones... ¿Era hormona o era otra palabra?

Escuchó las palabras de la mujer cada vez más estupefacto, sentándose lentamente en la silla que le habían ofrecido. ¿La... pedófila? ¿Una pareja divina de la muerte? Miró a los camareros y entendió perfectamente porque estaban tan asustados. Estaba loca, o borracha, o tal vez las dos cosas. Y una borracha con poderes mágicos, como los que había mostrado al mover la silla, nunca era alguien agradable con quien charlar acerca de las personas que te caen bien o mal o tus mundos favoritos. Aunque sí que era divertado hablar sobre política o el vecino que pone el "Colgando en tus Manos" a todo volumen a las tres de la madrugada.

-Creo que era horma, no hormona. Aunque ni siquiera sé como se escribe -contestó con los ojos cerrados, algo avergonzado. ¿De qué hablar con alguien en el estado de aquella mujer?-. Esto... Mi nombre es Gilleux. ¿Cuál es el tuyo?

Hizo desaparecer su espada hasta que la necesitara, si es que la llegaba a necesitar. Aquella mujer parecía inestable, pero no potencialmente peligrosa. Le sonrió algo tontamente mientras su arma desaparecía en un brillo entre blanquecino y negro, con muchos matices. Estrellitas, centellas y chispitas que podrían hacer enloquecer a cualquier epilépsico o esquizofrénico

-No he oído hablar de ese torneo. Vine aquí a buscar a mi nov... amiga. ¿Sabes de que va exactamente?