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INACTIVIDAD
Vie Jun 29, 2012 12:14 am por Renvax
Ha pasado casi más de medio mes desde que empezaron las vacaciones y yo hice el esfuerzo de intentar revivir el foro pero no veo actividad por ningún lado ,ahora ni si quiera en el chatbox. ¿Hay alguien ahí? porque yo no veo a nadie en el foro. Os emocionasteis haciendo fichas pero no veo roleo,es que no veo ni en el chatbox.... eso sí,yo no puedo hacer más,he hecho …
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Kerloxsand en el País de las Pesadillas [Privado]
3 participantes
Organization XIII Rol :: Crónicas :: Versión 2.0 :: Threads :: Mundo Inexistente
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Kerloxsand en el País de las Pesadillas [Privado]
Sobre este tema:
Al fin estaba curado. Tras meses de rehabilitación, todas sus heridas se habían curado. De tener sentimientos, Kerloxsand estaría ahora feliz.
Había decidido ir a dar una vuelta por el Mundo Inexistente, pero antes se echaría una siesta.
Al levantarse, se sintió un poco raro. Pero se levantó y se puso la gabardina de todas formas.
Al llegar a la plaza del Rascacielos de los Recuerdos, vio algo que raramente se ve por aquellos lares. Bueno, en aquellos lares y cualquier parte del mundo: un chico vestido con un disfraz de conejito blanco.
Decidió acercarse un poco y se sorprendió de conocer al chaval.
—¿Gilleux? ¿Pero qué...?
- Spoiler:
- Éste es un tema especial. Es influyente para la trama (ergo, no es mini-trama) pero aún así puede participar gente que ya esté roleando en otros lugares. Ya veréis por qué.
Si queréis participar, primero mandadme un MP y os explicaré de qué va la cosa.
Al fin estaba curado. Tras meses de rehabilitación, todas sus heridas se habían curado. De tener sentimientos, Kerloxsand estaría ahora feliz.
Había decidido ir a dar una vuelta por el Mundo Inexistente, pero antes se echaría una siesta.
Al levantarse, se sintió un poco raro. Pero se levantó y se puso la gabardina de todas formas.
Al llegar a la plaza del Rascacielos de los Recuerdos, vio algo que raramente se ve por aquellos lares. Bueno, en aquellos lares y cualquier parte del mundo: un chico vestido con un disfraz de conejito blanco.
Decidió acercarse un poco y se sorprendió de conocer al chaval.
—¿Gilleux? ¿Pero qué...?
Kerloxsand- Administrador
-
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Localización : En un lugar de la Hispanidad de cuyo nombre no quiero acordarme
Fecha de inscripción : 12/08/2008
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Re: Kerloxsand en el País de las Pesadillas [Privado]
En la plaza que se encontraba junto al Rascacielos de los Recuerdos, se podía divisar una figura iluminada vagamente por los faroles de ténue luz que adornaban la plaza. Parecía nervioso, moviéndose de un lado a otro sin destino fijo aparente, dando de vez en cuando leves saltitos mientras chasqueaba la lengua y sus patas hacían un chirriante ruido al caer contra el empedrado, debido a lo largo de sus "uñas".
-Tarde, tarde, llego tarde y no recuerdo donde estaba la entrada. Tarde, tarde, tarde, la Reina me cortará la... ¡Ay! -mascullaba aquel joven que vestía un curioso traje de conejo blanco. Se colocaba cómicamente las orejas en su sitio una y otra vez. Al cabo de un rato, sacó un reloj de bolsillo de... una parte del disfraz que era de todo menos un bolsillo-. ¡Ay, ay, ay! ¡Me la va a rebanar, me la va a rebanar! -gritaba, rebotando de un lado a otro como un muelle con vida propia. Las orejas de conejo postizas cada vez se desviaban más de su lugar original, y el lago flequillo azulado del joven parecía obstaculizarle la visión, por lo que más de una vez se dio contra una farola.
Sin embargo, instantes después de aquel arrebato de aparente locura y desesperación, se quedó inmóvil, volvió a colocarse las orejas como era debido, se apartó el pelo de sus pálidos orbes y avanzó tranquilamente hacia uno de los callejones cercanos, desapareciendo completamente, arropado por la oscuridad del Mundo Inexistente. No había prestado atención al incorpóreo pelirrojo, ni siquiera parecía haber advertido su presencia.
-Tarde, tarde, llego tarde y no recuerdo donde estaba la entrada. Tarde, tarde, tarde, la Reina me cortará la... ¡Ay! -mascullaba aquel joven que vestía un curioso traje de conejo blanco. Se colocaba cómicamente las orejas en su sitio una y otra vez. Al cabo de un rato, sacó un reloj de bolsillo de... una parte del disfraz que era de todo menos un bolsillo-. ¡Ay, ay, ay! ¡Me la va a rebanar, me la va a rebanar! -gritaba, rebotando de un lado a otro como un muelle con vida propia. Las orejas de conejo postizas cada vez se desviaban más de su lugar original, y el lago flequillo azulado del joven parecía obstaculizarle la visión, por lo que más de una vez se dio contra una farola.
Sin embargo, instantes después de aquel arrebato de aparente locura y desesperación, se quedó inmóvil, volvió a colocarse las orejas como era debido, se apartó el pelo de sus pálidos orbes y avanzó tranquilamente hacia uno de los callejones cercanos, desapareciendo completamente, arropado por la oscuridad del Mundo Inexistente. No había prestado atención al incorpóreo pelirrojo, ni siquiera parecía haber advertido su presencia.
- Spoiler:
- Off: Siento el post cutrazo, no tenía mucha inspi, grammanazi -w-
Gilleux- Administrador
-
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Localización : Estas ruinas tienen algo extraño. La palabra es... ¿Místico? ¿Misterioso? ¿Extraño? ¿Mohoso? ¿Cachondo?
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Re: Kerloxsand en el País de las Pesadillas [Privado]
¿Qué hacía el nº XXI vestido de conejito? Kerloxsand sabía que tenía parafilias raras, pero aún así...
—Oye. ¡Oye, espera! ¡Que esperes te digo!
Empezó a perseguirlo por los callejones de la ciudad, preguntándose a dónde iría de esa guisa. Tal vez hubiese una fiesta en alguna parte.
—¡Nº XXI, como tu superior que soy te ordeno que pares inmediatamente!
Continuó persiguiéndolo hasta llegar a un estraño callejón.
—Oye. ¡Oye, espera! ¡Que esperes te digo!
Empezó a perseguirlo por los callejones de la ciudad, preguntándose a dónde iría de esa guisa. Tal vez hubiese una fiesta en alguna parte.
—¡Nº XXI, como tu superior que soy te ordeno que pares inmediatamente!
Continuó persiguiéndolo hasta llegar a un estraño callejón.
Kerloxsand- Administrador
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Cantidad de envíos : 1076
Edad : 33
Localización : En un lugar de la Hispanidad de cuyo nombre no quiero acordarme
Fecha de inscripción : 12/08/2008
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Re: Kerloxsand en el País de las Pesadillas [Privado]
Gilleux, con su traje de conejo, iba dando alegres brincos por los callejones del Mundo Inexistente, sacando de vez en cuando su reloj de bolsillo para seguir mirando la hora y murmurar continuamente "Llego tarde, llego tarde, la Reina me castigará... Llego tarde, llego tarde...", aunque a pesar de lo agitado de sus palabras no parecía aumentar el ritmo para nada.
Al cabo de un rato "huyendo" de Kerloxsand, al que, aparentemente, seguía ignorando, llegó a lo que parecía ser un callejón sin salida. Sin embargo, tras unos segundos echando rápidos vistazos a los alrededores de aquel lugar, contemplando atentamente tanto paredes como el suelo, se acerco a una esquina del callejón. De pronto, un gran agujero pareció aparecer en aquel preciso lugar, aunque también era posible que la oscuridad del lugar simplemente lo hubiera ocultado de la vista hasta aquel momento. Gilleux el Conejo Blanco echó un último vistazo a su reloj, lo guardó una vez más y miró aquel negro agujero, que también podría haber sido un simple portal de oscuridad, típica en los incorpóreos.
-¡Zaaanahoria! -exclamó, tomando impulso y lanzándose de pronto a aquella abertura en pleno empedrado, que conducía a un incierto lugar bastante curioso...
Al cabo de un rato "huyendo" de Kerloxsand, al que, aparentemente, seguía ignorando, llegó a lo que parecía ser un callejón sin salida. Sin embargo, tras unos segundos echando rápidos vistazos a los alrededores de aquel lugar, contemplando atentamente tanto paredes como el suelo, se acerco a una esquina del callejón. De pronto, un gran agujero pareció aparecer en aquel preciso lugar, aunque también era posible que la oscuridad del lugar simplemente lo hubiera ocultado de la vista hasta aquel momento. Gilleux el Conejo Blanco echó un último vistazo a su reloj, lo guardó una vez más y miró aquel negro agujero, que también podría haber sido un simple portal de oscuridad, típica en los incorpóreos.
-¡Zaaanahoria! -exclamó, tomando impulso y lanzándose de pronto a aquella abertura en pleno empedrado, que conducía a un incierto lugar bastante curioso...
Gilleux- Administrador
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Cantidad de envíos : 590
Edad : 28
Localización : Estas ruinas tienen algo extraño. La palabra es... ¿Místico? ¿Misterioso? ¿Extraño? ¿Mohoso? ¿Cachondo?
Fecha de inscripción : 10/08/2009
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Re: Kerloxsand en el País de las Pesadillas [Privado]
Kerloxsand decidió seguir al conejo por lo que él creía que era un portal oscuro.
—¡Te pillaré, Gilleux! ¡Ven aquí!
Se lanzó al portal y se encontró cayendo en un extraño lugar.
Parecía el interior de una ancha chimenea, con paredes de ladrillo rojo apenas iluminadas por algunas velas.
—Un momento. ¿Velas?
Mientras él caía, unas mesas con velas se mantenían suspendidas en el aire, alejándose sobre su cabeza.
—Esto no puede ser bueno. ¡Gilleux! ¡Ya verás cuando te coja! ¡Hostia!
Casi le da algo cuando debajo de él apareció una silla y una mesa. De momento había dejado de caer y se mantenía en el sitio gracias a la silla. En la mesa había un par de frascos raros, que reconoció como pociones y éteres y unos pequeños pasteles envueltos con la palabra "panacea" grabada en ellos.
—Quien quiera que viva aquí —murmuró— debe tener una salud malísima para necesitar tantos medicamentos. O eso o es que siempre está metido en peleas.
De pronto, tanto la silla como la mesa empezaron a caer con él. Al llegar al suelo, sin embargo, éstas pararon en seco para luego posarse suavemente en él.
—Vaya viaje más extraño. ¿Qué demonios...?
Se fijó en que no había salida. Sólo las paredes redonda de aquella clase de chimenea gigante, que le rodeaban por completo.
—¿Por dónde habrá ido ese maldito crío? —se preguntó—. Este lugar... ¿De qué me suena este lugar?
Fue entonces que vio la pequeña puerta. Una puerta muy pequeña, del tamaño de una ratonera. ¿Habría salido por ahí? ¿Cómo?
Entonces recordó una historia, antigua como el tiempo —o eso le habían dicho— sobre una niña en una situación parecida.
—Vamos, recuerda —se dijo—. ¿Qué hizo la niña para entrar por la puerta?
Se quedó mirando las pociones, los éteres y panaceas. ¿Tendrían el mismo efecto que el frasco que había tomado la niña en la historia?, ¿aquel que le hizo encoger de tamaño para poder pasar por la puerta tranquilamente? Bueno, por probar...
Pero, ¿cuál escoger? Aquél era el quid de la cuestión. De todas formas, ¿qué más daba? Aquellas medicinas nunca le habían sentado mal, así que no había motivos para alarmarse.
Comenzó por una poción, con su frasco verde. El sabor era extraño.
—Sabe a... ¿fresa? No, espera. ¿Piña? ¿Galletas? ¿Empanadilla de atún? ¿Qué demonios le pasa a esta poción?
Entonces comenzó a notar los efectos. La mesa, la silla, y en resumen todo lo que le rodeaba empezó a hacerse más grande. No, ¡él estaba encongiendo! La poción había funcionado igual que en la historia y ahora tenía el tamaño de un ratón. Aunque, al contrario que en la historia, sus ropas no encogieron con él y se vio al poco nadando entre ellas para salir, totalmente desnudo. Por suerte, sus dagas —que más que armas eran ya una prolongación de su cuerpo— habían encogido con él. Cortó un trozo del uniforme de la Organización y se hizo un taparrabos con él.
Se dirigió entonces hacia la puerta e intentó abrirla, pero ésta parecía estar bien cerrada.
—Mierda, la llave. —Le había pasado lo mismo que a la niña.
Miró a la mesa y pudo ver en el borde una llave plateada que antes no había visto —o que simplemente había aparecido después de hacerse pequeño por el mero hecho de fastidiarlo— y que tenía el tamaño perfecto para ser introducida en la cerradura.
—Vale. ¿Cómo se supone que llego ahí arriba? ¿Y por qué estoy hablando solo?
Miró sus dagas y se le ocurrió una idea: empezó a trepar por una de las paras de la mesa clavándolas a ella, como si estuviese haciendo escalada.
Al llegar, tomó la llave y comenzó la parte más difícil: bajar. Aunque primero se llevó un trozo de panacea consigo, por si las moscas.
Se quitó el taparrabos y lo usó de paracaídas. En otro contexto aquello habría sido una locura, pero por alguna razón en aquel momento le parecía lo más lógico de mundo. Y extrañamente funcionó. Cayó suavemente hasta el suelo, se volvió a colocar el taparrabos, guardó en trozo en panacea en uno de los pliegues y fue hasta la puerta.
Antes de introducir la llave, echó un vistazo al otro lado de la cerradura. Había un prado de colinas verdes, girasoles y hasta podía oír alguna que otra risa de niños. Vamos, un lugar de pesadilla para él, pero al menos sería mejor que estar allí encerrado.
Al girar la llave y abrir la puerta, se quedó pasmado al ver que, en lugar de la pradera, lo que allí había era un mar agitado, con un cielo negro indicador de tormenta, y una barcaza a remos atada al pomo con una cuerda.
—... Será mejor abrigarse.
Cortó más tela y se hizo una capa con capucha. Saltó al barco, soltó la cuerda y empezó a remar.
No tardó en empezar a llover, y por suerte las gotas eran proporcionales a su nuevo tamaño. Al poco rato se encontró una especie de barco de vapor, capitaneado por alguien extraño.
—¡Te pillaré, Gilleux! ¡Ven aquí!
Se lanzó al portal y se encontró cayendo en un extraño lugar.
Parecía el interior de una ancha chimenea, con paredes de ladrillo rojo apenas iluminadas por algunas velas.
—Un momento. ¿Velas?
Mientras él caía, unas mesas con velas se mantenían suspendidas en el aire, alejándose sobre su cabeza.
—Esto no puede ser bueno. ¡Gilleux! ¡Ya verás cuando te coja! ¡Hostia!
Casi le da algo cuando debajo de él apareció una silla y una mesa. De momento había dejado de caer y se mantenía en el sitio gracias a la silla. En la mesa había un par de frascos raros, que reconoció como pociones y éteres y unos pequeños pasteles envueltos con la palabra "panacea" grabada en ellos.
—Quien quiera que viva aquí —murmuró— debe tener una salud malísima para necesitar tantos medicamentos. O eso o es que siempre está metido en peleas.
De pronto, tanto la silla como la mesa empezaron a caer con él. Al llegar al suelo, sin embargo, éstas pararon en seco para luego posarse suavemente en él.
—Vaya viaje más extraño. ¿Qué demonios...?
Se fijó en que no había salida. Sólo las paredes redonda de aquella clase de chimenea gigante, que le rodeaban por completo.
—¿Por dónde habrá ido ese maldito crío? —se preguntó—. Este lugar... ¿De qué me suena este lugar?
Fue entonces que vio la pequeña puerta. Una puerta muy pequeña, del tamaño de una ratonera. ¿Habría salido por ahí? ¿Cómo?
Entonces recordó una historia, antigua como el tiempo —o eso le habían dicho— sobre una niña en una situación parecida.
—Vamos, recuerda —se dijo—. ¿Qué hizo la niña para entrar por la puerta?
Se quedó mirando las pociones, los éteres y panaceas. ¿Tendrían el mismo efecto que el frasco que había tomado la niña en la historia?, ¿aquel que le hizo encoger de tamaño para poder pasar por la puerta tranquilamente? Bueno, por probar...
Pero, ¿cuál escoger? Aquél era el quid de la cuestión. De todas formas, ¿qué más daba? Aquellas medicinas nunca le habían sentado mal, así que no había motivos para alarmarse.
Comenzó por una poción, con su frasco verde. El sabor era extraño.
—Sabe a... ¿fresa? No, espera. ¿Piña? ¿Galletas? ¿Empanadilla de atún? ¿Qué demonios le pasa a esta poción?
Entonces comenzó a notar los efectos. La mesa, la silla, y en resumen todo lo que le rodeaba empezó a hacerse más grande. No, ¡él estaba encongiendo! La poción había funcionado igual que en la historia y ahora tenía el tamaño de un ratón. Aunque, al contrario que en la historia, sus ropas no encogieron con él y se vio al poco nadando entre ellas para salir, totalmente desnudo. Por suerte, sus dagas —que más que armas eran ya una prolongación de su cuerpo— habían encogido con él. Cortó un trozo del uniforme de la Organización y se hizo un taparrabos con él.
Se dirigió entonces hacia la puerta e intentó abrirla, pero ésta parecía estar bien cerrada.
—Mierda, la llave. —Le había pasado lo mismo que a la niña.
Miró a la mesa y pudo ver en el borde una llave plateada que antes no había visto —o que simplemente había aparecido después de hacerse pequeño por el mero hecho de fastidiarlo— y que tenía el tamaño perfecto para ser introducida en la cerradura.
—Vale. ¿Cómo se supone que llego ahí arriba? ¿Y por qué estoy hablando solo?
Miró sus dagas y se le ocurrió una idea: empezó a trepar por una de las paras de la mesa clavándolas a ella, como si estuviese haciendo escalada.
Al llegar, tomó la llave y comenzó la parte más difícil: bajar. Aunque primero se llevó un trozo de panacea consigo, por si las moscas.
Se quitó el taparrabos y lo usó de paracaídas. En otro contexto aquello habría sido una locura, pero por alguna razón en aquel momento le parecía lo más lógico de mundo. Y extrañamente funcionó. Cayó suavemente hasta el suelo, se volvió a colocar el taparrabos, guardó en trozo en panacea en uno de los pliegues y fue hasta la puerta.
Antes de introducir la llave, echó un vistazo al otro lado de la cerradura. Había un prado de colinas verdes, girasoles y hasta podía oír alguna que otra risa de niños. Vamos, un lugar de pesadilla para él, pero al menos sería mejor que estar allí encerrado.
Al girar la llave y abrir la puerta, se quedó pasmado al ver que, en lugar de la pradera, lo que allí había era un mar agitado, con un cielo negro indicador de tormenta, y una barcaza a remos atada al pomo con una cuerda.
—... Será mejor abrigarse.
Cortó más tela y se hizo una capa con capucha. Saltó al barco, soltó la cuerda y empezó a remar.
No tardó en empezar a llover, y por suerte las gotas eran proporcionales a su nuevo tamaño. Al poco rato se encontró una especie de barco de vapor, capitaneado por alguien extraño.
Kerloxsand- Administrador
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Re: Kerloxsand en el País de las Pesadillas [Privado]
Se trataba ni más ni menos de un sincorazón envuelto en un abrigo de plumas de dodo blanquecinas a juego con el color de su alborotada melena, que se ivan desprendiendo una a una conforme el barco se arrimaba hacia Kerloxsand. No se trataba de un navío de grandes proporciones, sinó más bien del típico barco blanquinegro propio de los primeros cortos de un orejudo que yo me se...
La lluvia arreciaba con más y más fuerza, y el oleaje se avivaba a cada segundo que permanecían en medio de aquel recóndito océano alejado de la mano de Dios.
Cuando la nave de bapor se hubo acercado lo suficiente hasta el "rey incorpóreo de los monos", el atípico navegante paró su máquina en sequo y las nubes de humo que desprendían las tres chimeneas de este se apagaron. Una vez detenido, el estravagante piloto de níveos cabellos miró al incorpóreo con cara de perdonavidas, y le dirigió unas palabras:
-¡Eh! tú. ¿No te había visto antes por estos lares? Tendrías que secarte un poco, marinero de agua dulce-. Al terminar su alegato, el recien presentado sincorazón apuntó con la mirada hacia el horizonte, donde se la horilla de una selva era apreciable.
La lluvia arreciaba con más y más fuerza, y el oleaje se avivaba a cada segundo que permanecían en medio de aquel recóndito océano alejado de la mano de Dios.
Cuando la nave de bapor se hubo acercado lo suficiente hasta el "rey incorpóreo de los monos", el atípico navegante paró su máquina en sequo y las nubes de humo que desprendían las tres chimeneas de este se apagaron. Una vez detenido, el estravagante piloto de níveos cabellos miró al incorpóreo con cara de perdonavidas, y le dirigió unas palabras:
-¡Eh! tú. ¿No te había visto antes por estos lares? Tendrías que secarte un poco, marinero de agua dulce-. Al terminar su alegato, el recien presentado sincorazón apuntó con la mirada hacia el horizonte, donde se la horilla de una selva era apreciable.
Greiv- Sincorazón
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