[Privado]Algo que destruir. Algo que proteger [Akari vs Alice]

por **Alice** Sáb Jul 31, 2010 2:48 am

La Ciudad Imperial de China, una de las más grandes y concurridas poblaciones de todo el Imperio, así como la más avanzada tecnologicamente y la morada del enjuto y sabio Emperador. Aquel lugar solía ser bastante concurrido, con un gran número de habitantes contemplando las coloridas edificaciones, así como un gran número de mercaderes a la espera de vender su gran número de productos. Sin embargo, durante aquellos tiempos de guerras contra los Hunos, la Ciudad Imperial se encontraba mucho más tranquila, ya que la mayoría de ciudadanos se encontraban algo asustados de los salvajes guerreros. Durantes los últimos tiempos, las calles de la ciudad habían sido el sosiego personificado... hasta aquel día.

Las calles de la Ciudad Imperial se encontraban sumidas en el caos absoluto; los edificios y el mobiliario urbano ardían intensamente mientras los habitantes trataban de escapar de la que había producido todo aquello. Sin embargo, muchos acababan aplastados por sus propias viviendas, que se venían abajo cuando el fuego consumía los soportes, mientras que otros simplemente eran alcanzados por los hechizos de la "Bruja de Cabello Dorado", como la habían bautizado los soldados del ejército que trataba de protejer, sin éxito, la ciudad y sus habitantes.

Alice había enloquecido completamente, aquella presencia en su alma había consumido completamente el ser de la maga, y poseía su mente, indirectamente haciendo que su cuerpo realizara todo aquello que querían los oscuros retazos de aura alojados en el cuerpo de la joven incorpóreo. No controlaba su cuerpo como una marioneta, como tiempo atrás había hecho Marluxia. Era ella misma la que provocaba aquella masacre, simplemente alentada por la vocecilla en su mente que le continuaba asegurando que los humanos eran malvados y que tenía que eliminarlos a todos.

-¡Ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja! ¡JA, JA, JA, JA, JA, JA, JA, JA! -se carcajeaba, dirigiendo la mirada al cielo, con las pupilas completamente dilatadas y la boca muy abierta. Era la imagen de una completa loca, de una adicta a la sangre-. ¡MORID TODOS, ASQUEROSOS HUMANOS! ¡NO VOLVERÉIS A HERIR A MI RAZA! -gritaba de vez en cuando, mientras carbonizaba personas que trataban de escapar con hechizos Piro y Electro, y lanzaba a otros contra los edificios en llamas usando Aero, Gravedad y Magneto. Todo ser viviente, hombre, mujer o niño; civil, soldado o animal; todo era eliminado por la Bruja de Cabello Dorado.

El Emperador observaba su ciudad desde la parte alta de palacio, enviando incluso a su guardia personal, contemplando con desesperación aquellas calles siendo incendiadas y destruidas y se imaginaba a sus amados ciudadanos muriendo entre horribles sufrimientos a manos de aquella maligna hechicera. ¿Qué le habían hecho ellos a aquella mujer para que viniera a destruirles? No lo sabía. No podía hacer nada para averiguarlo. Y lo que le frustraba más era que su viejo y demacrado cuerpo no le permitía ayudar a todas aquellas personas a las que amaba como Emperador. Y no le quedaba otro remedio que seguir enviando a sus inocentes soldados a la perdición. Lo sabía, y no podía hacer nada. Lo peor de las guerras y las masacres... es el saber que no puedes hacer nada. La impotencia. Y aquel sentimiento carcomía al anciano por dentro.

Spoiler:

por **Akari** Dom Ago 01, 2010 6:23 am

La figura de la joven de ropajes oscuros y larga melena rubia se posaba en la parte alta de una edificación cuya pared formaba parte de los límites del estrecho callejón donde se había metido, momentos atrás había conocido a un incorpóreo pero su presencia le había resultado molesta.

Tuvo a bien el apartarse de Daent al saltar hasta la el tejado de una vivienda perdiéndose a la vista de su hasta entonces indeseable acompañante, su carácter era rudo y poco grata le era la actitud que le mostraba el joven castaño, fuere por la diferencia que existe entre ambas razas o por el hecho que intentaba cortejarla aquel sujeto simplemente no había llamado su interés

El viento soplaba con ímpetu ondeando la cabellera de la joven que usó su diestra para colocar uno de sus mechones tras su oreja tratando de evitar que le este le siguiera estorbando en su campo visual, le resultaba extraño que tales ráfagas se presentaran en ese lugar en el que generalmente el elemental se comportaba apacible mas quizá éste fungía la misión de emisario que anunciaba los terribles sucesos que se estaban llevando a cabo en la Ciudad Imperial.

Gritos y el repentino pero abundante aroma del humo fueron percibidos por Akari, ¿qué estaba pasando?, acababa de arribar a su amada nación y algo amenazaba con menguar la alegría de su regreso. Prioritario para la chica era el descubrir el origen del caos, saltó por el techo de las viviendas siguiendo el origen de el etéreo rastro gris producto de la combustión, finalmente cuando estuvo lo suficientemente cerca observó con horror el tétrico escenario.

Grandes establecimientos habían sido incendiados y el pavimento se teñía carmesí, abundante cantidad de sangre brotaba de los cuerpos inertes de los valientes guerreros que en un intento desafortunado por proteger su nación habían encontrado la muerte, el origen de aquello… una joven de cabellera dorada que reía en forma demencial y profería amenazas a los humanos que corrían en varias direcciones presas del pánico.

--- Ya he visto suficiente, será mejor que te detengas --- gritó con enojo la de los ojos escarlata mientras dirigía una feroz mirada a la incorpórea.

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por **Alice** Jue Ago 05, 2010 5:28 am

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La incorpóreo Alice proseguía con aquella inhumana matanza, asesinando y destruyendo todo aquello que se colocara a su paso. Parecía que ya nada le importaba, que solo deseaba matar en su existencia, mas... la verdadera Alice permanecía en la mente en el interior de aquel cuerpo, solo que aprisionada por una cárcel formada por tentáculos de oscuridad que los restos del aura de Ansem habían creado para convertir a la poderosa maga en su marioneta. La verdadera joven de cabellos dorados no dejaba de ordenarle a su cuerpo que parara, que aquello era algo incorrecto, pero las órdenes de Ansem eclipsaban las súplicas de su parte misericordiosa.

Mientras aquellas dos presencias en su mente luchaban por controlar el cuerpo de la incorpóreo, ésta continuaba asesinando a los viandantes que divisara, así como a todos aquellos soldados del ejército chino que trataran de detenerla. De pronto, su fino oído captó el sonido de algún objeto contundente cayendo al suelo y dirigió la vista a los restos de uno de los edificios que se habían derrumbado debido a que el fuego consumió las vigas de madera. Allá había una mujer rechoncha de mediana edad que trataba de apartar la madera entrequemada para poder salir de las ruinas, e intentaba empujar a un lindo niño de unos dos o tres años, que no dejaba de llorar y toser, fuera del montón de escombros.
La incorpóreo sonrió de forma macabra, y apuntó con el báculo a la mujer y el niño, y la primera se sobresaltó sobremanera, mas no gritó como había hecho el resto de la gente, sino que trató de hablarle:

-¡P-por favor, hechicera! ¡El niño es inocente, no te ha hecho nada! ¡Por favor, mátame a mí en su lugar, y déjale ir! ¡Yo ya he vivido mucho, pero él apenas acaba de nacer! -exclamaba mientras sus rasgados ojos derramaban lágrimas que humedecían su magullada y quemada cara, y caían al maltratado suelo.

La maga titubeó, y sus ojos volvieron a la normalidad, mirando a la mujer y al niño completamente sorprendida. ¿Qué estaba haciendo en aquel lugar, con su báculo en la mano y... por qué olía tanto a quemado? Paseó su mirada por el paisaje a su alrededor... y quedó completamente horrorizada ante lo que veía. Se propuso cargar un hechizo Aqua, pero se dio cuenta de que aunque gastara todas sus energías en hacer agua de nada serviría ya para detener aquel estropicio. Abrió la boca para decir algo cuando una voz asaltó de pronto su mente. Era de nuevo aquel ominoso ser que le susurraba que los humanos eran el enemigo, que si les dejaba vivir serían ellos los que la asesinarían... Sí, los humanos eran el enemigo...

Las pupilas de Alice volvieron a dilatarse mientras ésta adoptaba una sádica expresión, sonriendo y mostrando una larga fila de dientes. Volvió a colocar el báculo de manera que apuntaba a la mujer y su hijo, nieto o sobrino, lo que fuera, que ya estaban a punto de escapar de todas las vigas quemadas que habían caído sobre ellos cuando alguien exclamó algo que desconcentró a la maga. Ésta se giró hacia el propietario de aquella voz, molesta, para encontrarse a una joven y bella humana de rubio cabello y ojos verdes. Resopló.

-¡¿Crees que por ser una linda jovencita con futuro tendré más reparos en matarte?! -exclamó con voz demencial, algo chillona, olvidándose por completo de aquellos dos a los que estaba a punto de asesinar y centrando su atención en aquella chica de duro aspecto-. ¡Detén ésto, creída! -volvió a exclamar, apuntando hacia ella con su báculo y lanzando una compacta bola de fuego hacie el estómago de la humana.

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por **Akari** Dom Ago 08, 2010 5:46 am

Cual pequeñas hormigas corriendo torpemente de un lado a otro, indefensas, amenazadas ante el fuego y el caos que se cernía ante ellas, así era la forma como la preocupada rubia de los ojos escarlata miraba lo que pasaba a sus horrorizados congéneres desde la altura del tejado donde se encontraba. Una señora implorando por la vida de un pequeño que lloraba desolado, como si a pesar de su corta edad, pudiese comprender el peligro en el que se encontraba. Causante de tales infames actos resultaba ser una joven de cabellera y ojos dorados que sostenía un báculo.

Para la hechicera de los ropajes oscuros lo que contemplaba era inaceptable, tal destrucción y caos en su amada nación. Las grandes edificaciones que momentos antes se erguían con orgullo comenzaban a derrumbarse, y algunas estructuras no dejarían mas que el recuerdo de aquel día en sus cenizas.

Profirió un grito que denotaba el evidente enojo que sentía hacia aquel ser autor de tan despreciables atrocidades, se sentía más que molesta, la dicha de su regreso había sido ensombrecida por aquella buja y eso jamás se lo perdonaría, estaba dispuesta a luchar.

Poco tuvo que esperar para iniciar un enfrentamiento contra la demencial creatura, pues después que Akari escuchó por parte de aquella un pequeño insulto se vio en la necesidad de tomar acciones, su rival había realizado el primer movimiento del combate lanzando una bola flamígera en dirección al abdomen de la hechicera.

--- CORRAAAAAAAANN --- gritó la hechicera a la mujer con el niño, al tiempo que intentaba protegerse.

Sus ojos se abrieron aún más al visualizar el peligro que le amenazaba y extendió su diestra formando frente a si una barrera luminosa que se interpuso entre el trayecto del ataque de fuego y ella, podía sentir un calor abrumante pero su defensa había sido suficiente para quedar a salvo. El elemental que había chocado contra su barrera le había opacado la vista un instante y desconocía la suerte de las personas que intentaba proteger, más si no habían hecho caso a su advertencia resultaba prioritario tomar acciones que distrajeran a la bruja para que ellos pudiesen escapar.

--- Permíteme regresarte el favor --- le expresó con la dureza que caracterizaba sus palabras.

Tras el aviso la de los ojos escarlata volvió a levantar su diestra y de ella fue lanzado un grupo de 12 pequeños rayos lumínicos hacia su oponente, y tras hacerlo aprovechó para bajar de un salto desde donde se encontraba tomando ventaja del momento que Alice empleara para defenderse del ataque fotónico.

por **Alice** Vie Ago 13, 2010 2:39 am

Alice no pudo evitar esbozar una macabra sonrisa ante el iracundo grito proferido por aquella chica recién llegada que, a diferencia de los ciudadanos y soldados, no parecía temer a su magia en absoluto. La maga se dispuso a eliminar a la mujer y el niño, solo para provocar a aquella muchacha y jugar un rato con sus sentimientos, como el amor que sentía por aquella ciudad y sus habitantes. Sin embargo, al ver como la chica detenía su ataque con tanta facilidad usando una barrera lumínica, Alice se olvidó por completo de aquellos a los que estaba a punto de asesinar que, haciendo caso al consejo de Akari, huyeron de aquel peligroso lugar.

-Una portadora de la luz más pura -resonó de nuevo aquella voz en su cabeza, amenazante pero con un ligero tono que indicaba temor-. Ella es mucho más peligrosa que cualquier otro humano... Acaba rápido con ella; si consigue detenerte, se dirigirá a asesinar a Renvax.

-Ren... vax... -susurró Alice, de pronto mostrando una expresión completamente ausente. Instantes después, las emociones retornaron a su rostro, y la incorpóreo parecía mostrar furia. No iba a dejar que nadie hiriera a su querida amiga-. Permíteme a mí hacerte sentir todo lo que vosotros los humanos habéis dañado a mi raza -respondió con un tono de voz que denotaba rencor.

Los ojos anaranjados de la hechicera brillaron un segundo, y ésta extendió el brazo izquierdo en dirección a los finos pero peligrosos vectores de luz. De la palma de su mano surgió un fugaz brillo verdoso, y los haces de luz quedaron parados, suspendidos en el aire. La muchacha humana había aprovechado los segundos después de lanzar su técnica lumínica para saltar desde su posición a un lugar donde pudiera alcanzar más fácilmente a la maga, que era obvio que sería más débil en una lucha cuerpo a cuerpo, sin embargo, aquella decisión podría llegar a ser su perdición, ya que Alice aumentó la gravedad en el lugar en el que ella aterrizaría, por lo que el impacto sería de mayor intensidad, y probablemente dañaría a la humana. Sin embargo, no era aquello lo que la maga deseaba, sino que ella esperaba que la tierra se "tragara" a Akari hasta la altura aproximada de las rodillas, provocando que fuera incapaz de moverse durante el tiempo que concibiera una salida de aquel estado.

Alice entonces redirigió con su hechizo Aero los doce vectores de luz en dirección a la muchacha humana. Ya que era muy probable que fueran detenidos fácilmente, oculto tras la maraña de luz había lanzado dos haces de viento cortante que se unían en forma de "X", los cuales si impactaban en Akari se dispersarían en un aire menos concentrado que tenía como objetivo desgastar el cuerpo de la humana provocándole un gran número de heridas producidas por lo "afilado" de las ráfagas eólicas.

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por **Alice** Sáb Dic 25, 2010 1:33 am

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Aquella incorpóreo que parecía haber perdido la razón por completo no pudo evitar una maligna sonrisa al contemplar como su plan tenía completo éxito, acabando la humana completamente atrapada en el dañado suelo de la capital debido al hechizo gravitatorio de Alice. Akari trató de evitar los redirigidos rayos de luz con presteza, utilizando el dominio superior que ejercía sobre ellos al ser su elemento principal; el hecho de que ella misma hubiera creado aquella técnica también permitía que le fuera sencillo evitar daños. No obstante, lo que no esperaba fue que tras el fulgor de los vectores de luz se ocultaban diversos haces de viento cortante, los cuales acribillaron a la joven sin que pudiera hacer nada por evitarlo.

-Acaba con ella. Vamos -resonó la sombría voz masculina en la mente de la hechicera. Alice, blandiendo el báculo con punta estrellada, se acercó dando lentos pasos al sanguinolento cuerpo de la humana, que ahora presentaba numerosas heridas sangrantes en forma de cortes, dejando que el eco producido por el taconeo de sus botas resonara por la ya silenciosa Ciudad Imperial; prácticamente todos los habitantes habían huido o sido asesinados.

Una vez junto al cuerpo inmovilizado de Akari, dirigió a Elimine de forma que la punta superior de la estrella que formaba el extremo del báculo rozara el rostro de la humana herida, que observaba a la incorpóreo con expresión desafiante a pesar de su clara situación de desventaja. Quedaba muy poco, era tan fácil recitar una simple palabra para lanzar un hechizo y acabar con la vida de aquella poderosa pero insolente y poco prudente humana... mas cuando ya los labios de Alice se encontraban entreabiertos, Akari pareció sacar fuerzas de flaqueza.

-¿Por qué... haces esto...? ¿Qué... te hemos hecho...?

Aquellas simples palabras chocaron a Alice, que instantáneamente pensó lo que la esencia de Ansem le había sugestionado para que creyera; sin embargo, ¿realmente todos aquellos débiles humanos eran capaces de herir a uno de su raza? No… era imposible que personas tan inocentes como las que residían en aquella ciudad hubieran cargado contra los incorpóreos y hubieran producido tantas bajas. Alice, metafóricamente, abrió los ojos, dándose cuenta de que algo o alguien estaba utilizándola. Otra vez.

-… Suficiente –susurró, rezumando rabia. Era la segunda vez que alguien penetraba en su mente de aquella manera y le obligaba a realizar actos que ella, sin influencia de ningún ente maligno, hubiera realizado bajo ningún concepto. Sin embargo, podía sentirlo: aquella voz que escuchaba en su cabeza, y que en aquel momento seguía ordenándole que acabara con Akari, no era algo de lo que pudiera deshacerse como del chip que le había implantado Marluxia. Aquel extraño ente se había fusionado con su esencia, y no había manera de eliminarle.

-Así es –masculló de pronto la macabra voz, aún tratando de manejar los hilos de la mente de Alice; la maga podía sentir la fuerza que ejercía, y también la ligera desesperación al no poder controlarla ya, a pesar de lo segura que parecía su voz-. No tienes otro remedio que obedecerme. Aunque hayas despertado del trance mental al que te tenía sumida, cuando dejes de proteger tu mente volveré a manejar tu cuerpo. No puedes permanecer el resto que te queda de existencia sin dormir –se carcajeó, seguro de si mismo.

Alice se dejó caer, sentándose en el maltrecho empedrado de la ciudad con la cabeza agachada y el cabello ocultándole la cara. Cualquiera podría pensar que era una reacción normal debido a la situación en la que se encontraba. Sin embargo, Alice sonrió, casi con sarcasmo, aunque apenas duró un segundo. Una expresión neutral, sin sentimiento alguno, se instaló en su rostro, y alzó la cabeza para mirar a la nada.

-Yo… soy una incorpóreo. No siento nada. No puedo sentir pena por todos aquellos a los que he matado aquí, ni culpa por mis actos, ni odio hacia ti por lo que me has hecho hacer. En verdad, el amor que creo sentir hacia… -pausó unos instantes- tampoco es real. Por mucho que quiera sugestionarme para creer que recuerdo mis emociones y las siento en mi interior… no soy más que otro ser que es solo una cáscara, y todo lo que parece que siento es falso. Una tapadera. La mentira de mi existencia, si realmente existo. Por tanto… -volvió a sonreír, socarrona, bajando la mirada hacia el cuerpo ya inmóvil de Akari- ¿por qué debería sentir algo negativo con respecto a mi muerte? En realidad no es más que otro hecho… que solo me produce apatía. Ya lo hice una vez, cuando aún pensar que lo que creía sentir era verdadero. No siento temor por hacerlo una segunda vez. No siento nada –sentenció, levantándose sin prisa. El báculo se iluminó: “Luz de Elimine”, y se transformó en una puntiaguda lanza de luz cálida.

-No serás capaz… -susurró en su mente la molesta vocecilla, incrédula.
-Como diría ella… mírame y méate, retrasado.

Su arma giró en su mano y antes de que la energía de Ansem en su interior pudiera intentar evitarlo, la lanza de luz pura atravesó el pecho de Alice, justo el lugar donde se habría encontrado su corazón en caso de ser humana. La sangre salpicó por enésima vez el suelo de la Ciudad Imperial, mas esta vez era la de la perturbada que había provocado toda aquella matanza. Alice podía notar como algo gruñía palabras en su mente, pero apenas era capaz de comprenderlas. Sonrió según de su boca comenzaban a emerger ríos del rojizo líquido, al igual que de su herida, y se dejó caer al suelo de frente. Con sus últimos soplos de vida, alzó la mirada con dificultad para observar el cuerpo inerte de Akari, aunque podía notar que todavía le quedaba algo de vida, mas en lugar del rostro de la rubia evocó el de su compañera incorpóreo, a la que tanto apreciaba y quería. Con los ojos nublados y la cabeza ligeramente alzada temblándole, susurró sus últimas palabras, a pesar de que nada ni nadie podía escucharla.

-Ren... vax... Ren... te... te...

Y en ese preciso instante, sus ojos se cerraron y su testa chocó contra el empedrado, inerte. Alice había muerto.
¿O tal vez no? No... algo en ella seguía viviendo, luchando por existir. Aunque sin el razonamiento del cerebro, cierta parte continuaba usando el instinto para encontrar una manera de continuar existiendo.
A pesar de que su cuerpo había dejado de funcionar, la esencia fusionada de Alice y Ansem continuaba flotando en el ambiente, invisible para cualquiera que no fuera capaz de ver o notar las auras de los seres vivos, y lo mismo con la de Akari. En una desesperada tentativa, aquella energía que era mezcla de dos seres vivos trató de absorber lo que quedaba de la de la humana, la chispa de vida que todavía existía en ella debido al corazón que poseía. Sin embargo, ambas auras estaban prácticamente igual de debilitadas por perder su cuerpo, por lo que, a pesar de la duabilidad de una de ella, no consiguieron absorberse la una a la otra... Si no que se fusionaron. Al igual que el retazo de Ansem y toda la de Alice, la rojiza esencia de Akari se mezcló con el dorado anaranjado de la incorpóreo y el morado oscuro de Ansem.

Y todos juntos, recuperaron la chispa necesaria para hacer que un cuerpo funcionase. El de Akari estaba completamente destrozado por el viento cortante, por lo que sólo quedaba el de la maga. Y así fue como las tres auras en una volvieron al cuerpo de la inerte incorpórero, provocando que ésta pudiera volver a moverse y curarse la fea herida que ella misma se había provocado. Así fue como el intento de Alice de quitarse la vida se volvió futil. Y, sin embargo, había salido ganando, ya que ahora, fusionadas todas, ninguna ejercía un control sobre la otra, mas algo había cambiado en Alice. Algo de lo que ella no se había dado cuenta.

Mareada y con la vista nublada, sin recordar lo que había pasado, se horrorizó ante lo que tenía ante sus ojos. Trató de curar a algunos ciudadanos con su báculo, mas para la mayoría ya era tarde. Otros, los que sí podía salvar, la llamaban bruja y se atemorizaban ante su presencia, algo que ella no comprendía, mas hizo caso omiso y continuó sanando a todos aquellos que encontrase heridos y que existiese la posibilidad de salvar. Al cabo de un rato, con un agotado suspiro, abrió un portal oscuro para marcharse de aquel lugar; no notaba la esencia de Renvax por ninguna parte, así que le tocaría buscarla.

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