Una pequeña sombra oculta entre la luz

Finalmente, los tres incorpóreos llegaron a la cueva en la falda de la montaña, justo al lado de la aldea. Alice, aún con una sonrisa y la mano de Renvax entrelazada con la suya, miró a Gilleux, que había sido el primero en llegar. Sonreía felizmente, ya que a su querida Renvax le había gustado la pulsera que había comprado para ella en los puesto del pueblecito que en aquel momento tenían al lado. Sin embargo, su cara cambió completamente al acercarse a menos de diez pasos de aquella cueva. Primero, la sorpresa recorrió su rostro, acto seguido, una extraña calma que mantuvo durante varios segundos, manteniendo los ojos cerrados y, finalmente, una expresión que mostraba horror.

-Oh... ¡Dios Bendito! -exclamó con el ceño fruncido, llevándose las manos al pecho en un gesto casi preocupación, casi de auto-protección-. ¡Nunca había visto una concentración tan alta de sincorazón! ¡Este ejército podría conquistar sin problemas Tierra de Dragones! ¿Quién lo habrá reunido...?

Caviló durante un largo rato, colocándose en diferentes posturas, prácticamente ignorando completamente a sus compañeros. ¿Un sincorazón con forma humana de los que eran tan habituales últimamente? Era posible, pero... no directamente. Era mucho más probable que uno de aquellos malignos seres hubiera alentado a alguien de corazón ya oscuro de por sí, y le hubiera otorgado el poder de invocar engendros menores. En ese caso, ¿quién sería el causante? Le sonaba haber oído hablar de un grupo de maleantes que provocaban daños muy grandes por China llamados los Unos, mas... era imposible saber donde se encontraban. Al menos, Alice no sentía sus auras. Debían de estar realmente lejos.

-Renvax, Gilleux... -murmuró al fin, girándose en su dirección. Sin darse cuenta, había acabado encima de una roca repleta de nieve en sus conjeturas. Sonrió algo tontamente, bajándose de un salto, pero enseguida recobró aquella expresión seria, parecida a la de los doctores cuando anuncian a un enfermo terminal que va a morir-. No vale la pena, chicos -sentenció-. Eso está más infestado de sincorazones que una alcantarilla de ratas. Imaginaos que entramos ahí, vencemos a todos los sincorazón, pero yo pierdo un ojo, Gilleux una mano y Renvax una pierna. Y cuando llegamos a la zona más profunda... no haya nada. Peligroso. Peligroso. ¡Demasiado peligroso! -repetía, dando vueltas en la nieve, mordiéndose el labio inferior.

Definitivamente, por muchos peligros que hubieran pasado, aquello les sobrepasaba; no obstante, que hubiera tantos enemigos era un signo claro de que ahí dentro había algo. Ella podía hacer algo para determinar si lo que buscaban estaba ahí dentro, pero...

-...si lo hago y resulta estar ahí... no podrán contar con mi ayuda... -farfulló, pensativa... ¿Qué valía más la pena? ¿El saber si su objetivo se encontraba realmente en aquella cueva, o su salud y el poder ayudar si resultaba ser así? Tuvo que cavilar durante unos segundos más, pero dio con la solución enseguida. Realmente, ¿qué podía hacer ella? Aquello estaba tan repleto que no tendría espacio para lanzar hechizos. Sería como si no estuviese. Así que si realmente no estuviese, no pasaría nada grave-. Renvax, déjame los Informes de Ansem -le pidió tendiéndole la mano-. ¡Rápido! Ese ejército podría desbordarse en cualquier momento, cansarse de un espacio tan reducido y salir en tropel a matar a los del pueblo... Será más fácil cargárselos en grupos reducidos que si nos rodean todos -le dijo, con una sonrisa conciliadora, indicándole que a la maga no le ocurriría nada grave. Aunque realmente no sabía si sería así.

Sujetó los informes sonriéndole a Renvax. No parecía mostrar ninguna emoción, pero Alice sabía que en el fondo se preocupaba por ella. Ya se lo había mostrado en varias ocasiones, solo que no le gustaba hacerlo a menudo. Además, ahora había otra persona aparte de ellas dos. Suspiró, y se apartó un poco de ambos incorpóreos, dándoles la espalda y apretando los informes contra su pecho. Aquello que estaba a punto de hacer lo había practicado infinidad de veces, mas siempre se había quedado sin energía prácticamente al empezar el... ¿ritual? No sabía como llamar a aquello. Tal vez no era más que una amplificación de sus poderes, pero le costaba horrores hacerlo.

-Allá vamos...

Un aura de colores dorados y anaranjados rodeó a Alice, mas al principio pareció no notar nada. Su rostro se mantenía calmado y sereno, sin cambios aparentes que al principio, cuando ningún tipo de energía extraña la rodeaba. Sin embargo, al cabo de unos minutos, a los dorados tonos de aquel aura de energía se unieron algunos retazos morados y negros, y el rostró de Alice se turbó, lentamente pasando de un ligero dolor hasta romperse en un intensa agonía. La maga se arrodilló sobre la nieve, gritando intensamente por el dolor que aquello que trataba de hacer le producía. Aquello era prácticamente insoportable, en los entrenamientos paraba en aquel punto para no causarse daños... mas no podía parar aquella vez, era necesario que lo consiguiera... Era por el bien de Renvax, para ayudarla a conseguir lo que deseaba.

-Por Renvax... haré lo que sea... -pensaba, sin poder hablar por el dolor que sentía, tratando de detener los gritos apretando fuertemente los dientes.

Poco a poco, la intensidad de las auras entremezcladas fue disminuyendo, los gritos cesando y el rostro de dolor de Alice cada vez mostrando una expresión más serena. Al cabo de unos segundos, los rastros violetas entre el dorado desaparecieron y, más lentamente, el aura anaranjada también se desvaneció. Finalmente, el cuerpo de Alice cayó sobre la nieve como si de una piedra se tratara, completamente exhausta. Sin embargo, sonreía; lo había conseguido. Había hallado las auras que había entrado en contacto con aquellos objetos, los informes de Ansem, y había sincronizado la del tal Ansem con la suya para poder detectar cualquier aura exactamente igual a aquella. Había muchísimas en todos los diferentes mundos... pero lo importante es que una se encontraba en el fondo de aquella cueva.

-Arf... Uf... -jadeaba Alice, tirada sobre la nieve boca abajo, pero sonriente. Lo había conseguido.

Gilleux suspiraba, a la espera de ambas chicas, que llegaron unos minutos después que él. Volvió a resoplar cuando la rubia empezó a divagar sobre que si aquello estaba infestado de sincorazón, que si empezaríamos a perder brazos y ojos si entráramos ahí... Se sentó en la nieve de nuevo, aburrido, escarbando con Soulsthief de nuevo, atravesando algunas capas de hielo, aburrido. Sabía de sobra que aquello no iba a ser una excursión de placer. Se imaginaba que aquellas dos nunca se habían enfrentado a cuatro sincorazón completamente desarrollados, con forma humana y verdaderos poderes. Comparado con aquella batalla que libró junto a Leks contra aquellos cuatro seres del mismo infierno, lo que encontraría en aquella cueva sería un paseíto.

Sin embargo, comenzó a prestar más atención cuando alcanzó a oír que aquello que iba a hacer para, suponía Gilleux, erradicar a los sincorazón podría dañarla considerablemente. Alzó la vista para observar a Renvax dándole sus informes a Alice y enarcó una ceja, preguntándose que podía hacer la incorpóreo con unos papeles que pudieran dañarla. ¿Cortarse el dedo? No obstante, segundos después, una extraña aura de energía rodeó a Alice, entremezclando colores dorados, morados y negros y la maga cayó a la nieve de rodillas, gritando de dolor.

-¡¡Eh!! -gritó Gilleux, levantándose de un salto de soltando su arma, que quedo tirada sobre la nieve, y corriendo en dirección a Alice. Sin embargo, salió despedido hacia atrás cuando su cuerpo rozó aquella colorida aura enérgica-. ¡Agh! ¿Qué diablos...? -el cuerpo de Alice parecía emitir algún tipo de campo de energía extraño...-. ¡Eh, Renvax, no te quedes parada! ¡Ayúdame!

Sin embargo, aunque trató de dañar aquella aura con su espada y con meteoros que iban aumentando de tamaño y potencia según Gilleux iba probando, nada conseguía atravesar aquello. Cuando el incorpóreo estaba a punto de rendirse, aquel extraño campo de fuerza pareció remitir, y cuando Alice cayó en la nieve, tumbada cara abajo, se abalanzó en dirección a su cuerpo, tratando de analizar si tenía alguna herida.

-¿Alice? ¿Alice, qué ocurre, qué te duele? -preguntó, ya que era obvio que bien no estaba, arrodillándose junto al cuerpo de la maga, que respiraba entrecortadamente.

Alice se veía abrumada por la amabilidad de ambos compañeros. No solo Renvax se preocupaba por ella, sino también Gilleux, que se había mostrado tan impersonal hasta aquel momento. La Organización XIII envidiaría el compañerismo de aquellos tres incorpóreos. Con una sonrisa y los ojos entrecerrados, se podría decir que estaba a punto de desmayarse por el sobreesfuerzo, dirigió una mirada amable a Gilleux y después miró a Renvax, que sujetaba a la maga por los hombros, y esbozó una amplia sonrisa, mezclada con una ligera sensación de dolor al "forzar" tanto sus músculos.

-No os preocupéis, estoy bien. Es solo que... -tosió violentamente unos segundos, mas trató de mantener una expresión serena para no alarmar a sus compañeros-. Es solo que he gastado todas mis energías en eso que habéis visto. Es... He sincronizado mi aura con los retazos de la del tal Ansem que quedaban en aquellos Informes... Y he descubierto que hay muchos más... He visto uno en el País de las Maravillas, otro en Selva Profunda y... -volvió a toser de forma alarmante, aunque durante algo menos de tiempo-. Lo importante es que... ahí dentro hay un Informe... Así que venga, id, tenéis trabajo que hacer, y... siento no poder ir con vosotros... -dijo tristemente. Al final hubiera sido mejor no haber hecho tanta parafernalia y haber ido con ellos sin ningún tipo de ritual extraño. Entonces tal vez podrían haber salido todos sin dañor mayores. Sin embargo, la incorpóreo había tenido la esperanza de que allí dentro no hubiera nada... y se equivocó, casi echando por tierra sus posibilidades.

Lentamente, se separó del agarre de Renvax y se arrastró en dirección a una gran roca, en la que apoyó la espalda, quedándose sentada sobre la nieve. Poco a poco, tratando de no forzar su cuerpo, agarró su báculo y lo sacó de su funda, irguiéndolo con la punta en forma de estrella en dirección a sus amigos.

-Aero... -un escudo formado por incontables vientos se formó alrededor de los incorpóreos-. Siento no poder hacer más por vosotros... -se lamentó Alice, mientras creaba un pequeño fuego flotante para calentar su agotado cuerpo. No podía permitirse mucho más debido a su cansancio y falta de energía, pero tampoco debía dormirse en un entorno tan frío. Probablemente significaría la muerte-. Vamos, chicos, adelante. Entrad en esa cueva y mostradle a los sincorazón de los que sois capaces -dijo, sonriendo débilmente-. Y de nuevo... lo siento.

Spoiler:

Renvax escuchó las palabras de Alice,ella no queria dejar a alice sola dentro de aquella cueva infestada de sincorazón y menos estando en su estado.Pensó en llevarla encima suya pero entonces a la hora de luchar no rendiria al 100%:
-Alice,no podemos dejarte sola tal y como estas...-puasó unos segundos y prosiguió-Y menos en esta cueva infestada de sincorazón-
Renvax podia ya incluso escuchar como aquellas criaturas se desplazaban desde el fondo hasta donde estaban.Estaba claro que buscaban corazones e iban a ir a por ellos fuese donde fuese dentro de la cueva.Renvax miró a Alice a los ojos esperando una respuesta.Los informes estaban dentro pero Alice podia correr peligro si la dejaban dentro:
-Gilleux,quedate con Alice,yo me adentraré a la cueva-
Dijo definitivamente Renvax,después de todo los Informes de Ansem era el capricho de Renvax y no de ellos.Renvax comenzó a andar hacia dentro de la cueva y a adentrarse en ella.

Gilleux observaba con expresión preocupada las palabras que Alice trataba de decir entre tos y tos, y quiso pedirle más de una vez que no se forzara, mas Renvax parecía estar muy atenta a aquello que decía la maga, por lo que resistió las ganas de opinar que debería callarse y descansar. Con aquella extraña aura que le había envuelto parecía haber podido determinar que en aquella cueva sí había un informe de Ansem, pero a un precio muy alto, ya que ahora no podría acompañarles. Se arrastró hasta una roca como pudo para tener algo con lo que apoyarse y les dirigió a Gilleux y Renvax un hechizo Aero para protegerles de las garras de los sincorazón.

Renvax caviló unos instantes, pensando en que no podían dejar sola a Alice en un lugar invadido por las fuerzas de los sincorazón y menos en el estado en que se encontraba, por lo que decidió que el de cabellos azulados debería quedarse a cuidarla.

-¿Por qué yo? -exclamó Gilleux, algo ofendido. ¿Tal vez pensaba que sus capacidades de combate eran menores que las de ella? Sin embargo, Renvax no podría escuchar sus quejas, porque ya se adentraba en la cueva.

El incorpóreo suspiró, recostándose junto a Alice y aquella pequeña llamita, sonriéndole. Al parecer, la joven estaba tan agotada que se estaba quedando medio dormida. Gilleux pensó en despertarla, ya que dormir en un ambiente tan helado podría llegar a matarla; sin embargo, aquel Piro flotante parecía seguir ardiendo incluso cuando su creadora se quedaba traspuesta entre el sueño y la realidad, por lo que supuso que tampoco desaparecería aunque se quedara profundamente dormida.

Gilleux volvió a suspirar, aburrido. ¿Para aquello había accedido a acompañar a aquellas dos incorpóreas? ¿Para hacer de niñera de una chica que había decidido intercambiar toda su energía a cambio de saber dónde se encontraba un endemoniado papel con palabras incomprensibles hasta por el propio escritor? Hablando de los Informes de Ansem... Renvax se los había olvidado. En aquel momento se encontraban entre las manos de la dormida Alice, junto a aquel fuego... El peliazul se apresuró en arrebatárselos con toda la delicadeza de la que fue capaz.

-Ha faltado poco... -murmuró, mirando los informes. Uno tenía una esquina inferior quemada-. Si hubieras dejado que ardieran, Alice, creo que nunca hubieras despertado de ese sueño en cuanto Renvax volviera -susurró, con unas risillas débiles, a pesar de que sabía que la maga no podría escucharle.

Se levantó, sacudiéndose la nieve de su ya blanco atuendo y observó los Informes, así como el cuerpo inerte de la maga y la entrada de la cueva. No creía que la pobre Renvax fuera muy feliz sin sus amados Informes... Si fuera, incluso le haría un favor. Sonrió de forma maliciosa, pensando en la orden que le había dado Renvax y en las súplicas de Alice para que ayudara a la castaña si estuviera despierta. ¿A quién iba a hacer caso? ¿A una bruta rancia que solo da órdenes, o a una dulce y bella maga? Guardó los informes bajo su chaqueta, mientras se adentraba en la cueva con una última sonrisa traviesa. Alice estaría bien... o eso suponía.

Spoiler:

Lentamente, la maga estaba cayendo en un profundo sueño debido al agradable calorcito que le proporcionaba la bolita de fuego flotante que había creado con un Piro y lo exhausta que se encontraba tras haber realizado la sincronización de auras. Sin embargo, pudo escuchar como Renvax le pedía a Gilleux que cuidara de la maga. Ésta quiso protestar, pero no encontró fuerzas para mover la boca. Poco a poco, cerró los párpados y se fue sumiendo en un reparador sueño, a salvo del mortal frío debido a sus propios poderes, que hasta semi-dormida podía mantener. Notó entre sueño y sueño que alguien le quitaba los informes que sujetaba entre sus manos. Se resistió levemente, pero no pudo hacer nada por tal de que no se los arrebataran, ya que apenas estaba despierta siquiera.

Para cuando Gilleux ya se hubo ido, Alice ya estaba completamente dormida. De pronto, unas extrañas chispas negruzcas y moradas comenzaron a rodear su cuerpo inerte, recostado sobre la roca, mas la maga no podía darse cuenta de aquello: se encontraba sumida en un extraño sueño. Caminaba lentamente por un espacio completamente vacío, que parecía luz pura, sin suelo donde pisar pero por donde podía andar. Estaba maravillada por la pureza de aquel onírico lugar cuando, de pronto, dio un paso y del lugar que había pisado comenzó a salir una pequeña área oscurecida... Al principio era pequeña, pero se fue extendiendo rápidamente hasta que la oscuridad pura engulló aquel espacio que había sido completamente blanco. El rostro de Alice mostraba horror mientras trataba de adivinar que había provocado aquello. De pronto, una voz gutural comenzó a hablar:

-Eres tú, pequeña Alicebeth... Tú has provocado la desaparición de la luz y la dominación de las tinieblas -la maga trató de replicar, mas se encontró con que era incapaz de hablar-. Eres una incorpóreo, un ser de la oscuridad... Allá donde pisas, llevas contigo tu estigma y contagias todo lo puro con tu maldad. No importa lo mucho que quieras esconder tus anhelos con una personalidad dulce; sabes que te gusta pelear, combatir, destruir... y sumir a tus rivales en la desesperación -Alice agachó la cabeza, pensando en las veces que había luchado contra alguien... tenía algo de razón... Sacudió la cabeza. No. Ella era diferente, no quería la destrucción de todos los mundos-. Nadie confía en vosotros, incorpóreos. Los humanos os odian y temen, al igual que los sincorazón. Intentas hacerte pasar por humana, y caes bien, pero ¿qué ocurre cuándo te descubren? ¿Siguen viéndote con sus amables ojos del principio? Mentiras, todo mentiras. Solo importa lo que eres, no como te comportes -la maga alzó la cabeza. No quería creer las palabras de aquella voz sin cuerpo, pero... tenía tanta razón...-. Dime, querida, ¿para qué esconder tu verdadera naturaleza, si nadie nunca va a agradecértelo, si hagas lo que hagas van a pensar que eres un monstruo? ¿Por qué ser buena persona, si te lo van a pagar tratando de asesinarte? Álzate, Alicebeth, álzate contra esos malditos humanos. Destrúyelos tú antes de que ellos te destruyan a ti. Hazles un favor a los de tu raza, los pobres incorpóreos tan odiados por la humanidad. Los incorpóreos, tu única familia...

Alice abrió los ojos de pronto, sacudiéndose de forma brusca, como si acabara de despertar de una pesadilla, provocando que la horquilla con forma de flor violeta cayese en la nieve, junto a la entrada de la cueva. Se levantó, casi de un brinco, al parecer completamente recuperada. Alzó su báculo e hizo desaparecer la bola de fuego, mientras miraba alrededor; ni Gilleux ni Renvax se encontraban allí. Muy lentamente, fue levantando su brazo izquierdo hasta dejar la mano frente a sus ojos. Emitió unas pocas chispitas de color morado. La incorpóreo se apartó la mano y sonrió de manera macabra, con los ojos entrecerrados, y comenzó a andar en dirección al pueblo de las nieves.

Cuando los otros dos incorpóreos salieran de la cueva, encontrarían aquella aldea completamente destruída.

Spoiler:

Off: *lee ambos posts* lol? Lol?! LOL! LOLETE!!!

On:
Gilleux, aún con aquella sonrisa que esbozaban los niños al hacer alguna travesura, se adentró en la cueva. Sin embargo, pronto cambió su expresión por un rostro fastidiado, ya que no alcanzaba a ver a Renvax y cada vez había menos luz y no veía más allá de su nariz. Tras darse una cabezazo contra una protuberancia rocosa ubicada en la parte alta de la cueva, soltó un juramento y cortó aquel trozo de roca, clavándolo en su espada. Casi era una esfera perfecta, si no fuera por las imperfecciónes de la zona separada del techo. Aquel guijarro no tardó en prenderse de fuego a mandato del incorpóreo, para poder iluminar así la cueva. Suspiró, y siguió su camino por el oscuro lugar. Al parecer, había topado con el único obstáculo en toda la cueva, ya que no volvió a encontrar nada parecido a la roca que había sacado del techo; aquella señal de mala suerte le hizo resoplar.

Finalmente, pudo avistar en la lejanía una melena castaña con reflejos dorados bajo la luz de la llama que había creado. Estaba usando sus cadenas cuales látigos para eliminar toda una horda de sincorazón que se lanzaban contra ella.

-No me digas que llevo media cueva sin encontrarme nada porque se han tirado todos encima de los pechos de la rancia -resopló, con una media sonrisa, colocando tanto su brazo como su espada en horizontal, apuntando a los sincorazón. Aquella roca en llamas salió disparada, destruyendo una fila de sombras-. Bueno, no es mi culpa si los sincorazón tienen mal gusto. Si el Huno no va a Mulán...

Con su negra y fina espada ya libre de cualquier elemento que pudiera obstaculizar su filo, usó su Estrella Fugaz para aumentar su velocidad y dar una veloz estocada con la que se cargó a unas pocas sombras más. Se colocó de perfil y miró a Renvax, guiñándole un ojo con una traviesa sonrisa, y de nuevo desapareció de la vista de la incorpórea y le cortó la cabeza a una Neosombra que estaba a punto de clavar sus afiladas garras oscuras en la desprotegida retaguardia de Renvax.

-No hay de qué -musitó. Parecía que algunos Sincorazón se habían acobardado ligeramente, y el peliazul aprovechó la oportunidad para tenderle a Renvax los Informes de Ansem que se había olvidado recuperar de Alice-. Supuse que no podrías vivir sin esto; casi sacrificas la vida de tu amiga por un simple papel -dijo con algo de malicia, dándole ambos Informes y volviendo seguidamente a cargar contra aquellos sincorazón, que pronto habían ignorado a su instinto, ya que éste probablemente no hacía más que gritarles que huyeran de aquellos dos poderosos seres.

Gilleux chasqueó la lengua mientras atravesaba la cabeza de una sombra con su espada y cruzaba el brazo izquierdo por encima del derecho, con el que sujetaba la espada, en dirección contraria para disparar un meteoro que le dio en plena cara a otra sombra que trataba de rasgarle la cara con sus garras. Se apartó el flequillo de los ojos de un molesto resoplido, mas no pudo evitar esbozar una media sonrisa al notar que su compañera estaba ligeramente molesta... El de azulado cabello alborotado no solía comportarse de aquella manera, tan burlesca, mas necesitaba llenar el "hueco" en su interior que había dejado la falta de Leks, y la única manera de no volverse como Renvax, algo que odiaría, era ocupar una personalidad bastante arraigada entre los incorpóreos y una tan fácil de imitar que hasta te la podías creer con algo sugestión... el sarcasmo, el ser burlón.

Siguió a Renvax hasta la parte más profunda de la cueva, donde cientos de sincorazón se empujaban los unos a los otros en busca de espacio. Gilleux silbó, pensando que aquello era todo un nido de cucarachas, y les arrancó su existencia a la mayoría de ellos cuando Renvax los apartó con sus poderes gravitatorios, lanzándoles una Lluvia de Estrellas, que fue poco a poco masacrando a cada uno de los pequeños seres como si se tratara de una lluvia ácida; solo una gota era necesaria para acabar con un pequeño insecto, un simple meteoro podía eliminar a una de aquellas molestas hormigas.

-Date prisa, creo que llegan refuerzos... -musitó cuando Renvax le dejó al peliazul el trabajo de eliminar a toda aquella horda mientras leía el informe-. ¡¿No podrías dejar eso para más tarde?! -exclamó, aunque la castaña estaba tan ensimismada que no le hizo ni caso. El incorpóreo suspiró, confirmando su teoría de que nada era más importante para ella que aquellos informes.

Entre todos aquellos seres negros con brillantes ojos amarillentos, dos enormes figuras destacaban. No eran sincorazón puros... Parecían una especie de centauros gordos con una llamativa lanza. Gilleux rió, pensando que aquello no sería para tanto, que sería como tumbar al obeso de la clase, que al caer no sabría como volver a levantarse. Espada en mano, el incorpóreo se lanzó a por el primero de aquellos extraños centauros negros. Era cierto, sería difícil levantarse, mas... no se dio cuenta de lo difícil que sería tumbar a algo de ese tamaño y constitución. Su fina espada fue rápidamente contrarrestada por el grueso de sus lanzas, y el peliazul fue impulsado hacia atrás con fuerza, acabando en el suelo.

-Sacos de grasa equina... -masculló entre dientes, levantándose con esfuerzo. Le había cortado en el hombro izquierdo con su larga lanza, y la sangre manchaba su blanca chaqueta. En aquel preciso instante, divisó como la otra incorpóreo salía corriendo hacia la salida de la cueva, ignorando completamente los incorpóreos que aún se encontraban en la cueva, e indicando al peliazul que la siguiese con un gesto-. Hija de... -musitó, observando como ambos centauros-sincorazón se lanzaban contra él con sus lanzas cruzadas, formando un posible tajo con forma de "X"-. Interesante... Sincorazón trabajando juntos... Je, je, mala idea, amigos oscuritos...

Estiró el brazo izquierdo en dirección a todos aquellos sincorazón que se lanzaban contra él, y un gran meteoro comenzó a crecer en su palma hasta alcanzar el tamaño de uno de aquellos sincorazón equinos. Sin suficiente espacio para frenas, ambos sincorazón clavaron sus lanzas en el meteoro y, atosigados por las Sombras a su alrededor, que tontamente trataban de atravesar el meteoro en lugar de rodearlo como cualquier ser inteligente, eran incapaces de retirar su arma de aquella gran roca. Gilleux entonces dejó el meteoro suspendido en el aire y comenzó a correr, siguiendo a Renvax, atravesando con su espada las Sombras que se interponían en su camino, no sin antes reforzar las rocas de la cueva por... posibles imprevistos.

Ya cerca de la salida, chasqueó los dedos con una media sonrisa... y un fuerte estruendo se escuchó por prácticamente todo Tierra de Dragones. Había hecho explotar aquel gran meteoro, llevándose por delante a todos aquellos peligrosos sincorazón, no sin antes asegurar que la cueva no iba a venirse abajo. Sin embargo, la onda expansiva había conseguido alcanzar al incorpóreo de cabello azulado, y posiblemente también a Renvax, mas aquello no lo podía saber Gilleux, al menos no en aquel momento, ya que había salido disparado contra la salida de la cueva y había aterrizado, afortunadamente, en la nieve blanda.

-Buf... Eso ha estado cerca -dijo sonriente, sacando durante unos instantes su cara de la nieve... y volviéndola a hundir tras decir aquellas palabras, agotado por tanto fumigar sincorazón.

Lentamente, el incorpóreo comenzó a levantarse, procurando no resbalarse con el hielo que se encontraba bajo la nieve. Escupió algo de agua congelada que se le había metido en la boca, e hizo desaparecer su espada en un leve resplandor. Observó a Renvax con el ceño fruncido, luego la horquilla que había recogido, que era exactamente igual a la que Alice había comprado en el pueblo, y finalmente la ciudad imperial, que estaba en llamas. No tardó en atar cabos.

-¡¿Qué rayos?! ¡Alice! Hay que... -sin embargo, las palabras de Renvax interrumpieron al peliazul. Éste observó a la castaña, anonadado, mientras creaba un portal oscuro y se iba de aquel lugar.

El incorpóreo se quedó mirando el portal con los ojos muy abiertos. ¿Después de todo lo que había hecho Alice por ella, se largaba, sin preocuparse lo más mínimo de su "amiga"? Gilleux apretó fuertemente los puños. Odiaba a la gente tan desagradecida. Incluso la mayoría de los trece originales, a los que tan bien conocía, agradecía la ayuda de vez en cuando. Sin embargo, aquella mujer era uno de los seres más fríos que había visto; tal vez incluso igualaba a Xemnas, Lexaeus o Saïx.

-¿Y esa zorra quiere que vaya con ella? En cuanto un sincorazón me coja del cuello, ésta agarrará su informe y se largará por la primera puerta que vea -murmuró con rencor, observando de reojo el caos que se estaba produciendo en la ciudad imperial.

Estaba a punto de bajar a tratar de detener todo aquello cuando un portal de oscuridad se formó en aquellos nevados parajes, y un hombre de larga cabellera azulada se acercó a Gilleux. Éste observó al nuevo ser, identificándolo al momento.

-Saïx... -susurró con voz aburrida, girándose para darle la espalda y observar mejor aquel estropicio que alguien había creado en la "capital" de China. ¿Habría venido a castigarle por llevar tanto tiempo sin ir al Mundo Inexistente? Si era así, que no esperara que le hiciera demasiado caso. Sin embargo, las palabras de la mano derecha del Superior llamaron la atención del número XXI... que esbozó una media sonrisa.

Suspiró cuando Saïx se marcho, y adquirió una expresión un tanto irónica. Finalmente tendría que retirar todo lo que había dicho en contra de Renvax... porque le habían ordenado algo que le obligaría a dejar atrás a la incorpórea que tanto había hecho por ellos. Bueno, realmente, solo por Renvax. Negó con la cabeza y resopló, pidiendo perdón interiormente a la maga por dejarla sola. No podía dejar de hacer lo que le ordenasen, o le tratarían de traidor y toda la organización se le tiraría encima. Además... la misión que le habían encomendado sonaba demasiado bien como para dejar ir aquella oportunidad.

Se carcajeó durante unos segundos, y siguió a Renvax por el portal que ella misma había creado para ir al mismo lugar que ella.

Off: Lo siento por el post cuuuuuutreeeeeeeeee X_X