El rey todopoderoso

Así era. El rey, indiscutiblemente, mientras Simba se pudría en el desierto y el nombre de Mufasa estaba prohibido. El lameculos de Zazú le cantaba cuando quería, las hienas temían su ira, las leonas no podían hacerle frente.

Era perfecto.

Y sin embargo... Todo temblaba cuando pensaba que, quizá, de alguna manera, Simba seguía vivo y volvería más fuerte y más joven para destronarle, cuando fuera viejo.


Debía hacer algo para remediarlo, por eso empezó a pensar en cómo ampliar su poder. Sus hienas debían patrullar el horizonte, para asegurarse de que Simba no volvía.

- ¡Sucias hienas! ¡Dad un paseo por la sabana, estúpidas, vagas, perezosas! ¡Quizá encontréis algo para comer!

- ¡P-Pero Scaaar!

- ¡NADA DE PEROS!

- ¡A sus órdenes!

Sonrió para si mísmo una vez que se fueron, orgulloso de volver a comprobar su poder.